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Redacción I 3° Parcial

Unidad 6
Narrativa y argumentación no sólo dan origen a una multiplicidad de formas de comunicación sino también son reconocidas como modos de conocer y percibir el mundo, como tendencias para elaborar el pensamiento.

Reales o imaginarios, los relatos emergen de las capacidades cognitivas de la inteligencia humana; de éstas capacidades, el pensamiento narrativo, la narratividad, es una de las más fundamentales ya que su clave está en contar el mundo y la existencia y también en provocar o construir realidad. Como afirma Bruner, los relatos “crean una realidad que les pertenece, tanto en la vida como en el arte”.
En el mundo griego de Aristóteles los géneros literarios predominantes eran la epopeya, la tragedia y la comedia. Las reflexiones del filósofo sobre la narración están enmarcadas en lo que Aristóteles consideraba los géneros “serios”, es decir, la epopeya o poesía épica y la tragedia, aunque como ambas estaban escritas en verso, las denomina genéricamente, poesía. Tragedia y épica tienen en común la materia constitutiva: la fábula. “Un remedo de la acción, porque doy este nombre de fábula a la ordenación de los sucesos”.
Propp sostiene que en la variedad de cuentos, cambian los nombres de los personajes y pueden cambiar también sus atributos pero permanecen constantes sus acciones o funciones: qué hacen los personajes se plantea como la cuestión fundamental, mientras que quién hace algo y cómo lo hace se plantea como cuestiones accesorias.
Se dedica, por consiguiente, a aislar las funciones ya que las considera las partes fundamentales del cuento y las caracteriza como la “acción de un personaje, definida desde el punto de vista de su significado en el desarrollo de la intriga”. Así describe unidades funcionales como alejamiento, prohibición, engaño, fechoría, prueba, tarea difícil, reconocimiento, regreso, boda, entre otras.
Y compara: así como una frase puede ser descripta lingüísticamente a nivel fonético, fonológico, gramatical, contextual, y estos niveles se van integrando en perspectivas jerárquicas de modo que van tomando significación a medida que se integran, también los relatos pueden ser analizados según unidades segmentadas que se integrarán en otra unidad, de jerarquía superior, que es el sentido.
No son las narraciones en sí mismas, ya que, para que ellas existan verdaderamente deberemos llenar estos esquemas con más material semántico: los contenidos, primero condensados en las proposiciones de macroestructuras y luego desplegados en la linealidad del texto completo.
Se puede hablar entonces de una gramática de las narraciones como una máquina para generar relatos que tiene un sistema de reglas de formación de la estructura textual que permite ordenar la información de una historia.
Con “textos narrativos” se hace referencia, en primer lugar, a las narraciones que se producen en la comunicación cotidiana: narramos lo que nos pasó (a nosotros o a otros que conocemos) recientemente o hace tiempo. En el contexto conversacional, en el que transmitimos “la misma” narración a otros interlocutores, produciremos por lo general una variante de la primera narración, es decir, un texto con la misma macroestructura.
A primera característica fundamental del texto narrativo consiste en que este texto se refiere ante todo a acciones de personas, de manera que las descripciones de circunstancias, objetos u otros sucesos quedan claramente subordinadas. A este respecto, un texto narrativo se diferencia sistemáticamente de, por ejemplo, un catálogo.
Por regla general, un hablante sólo explicará unos sucesos o acciones que en cierta manera sean interesantes. Evidentemente, este criterio hay que considerarlo relativamente y de acuerdo a cada contexto; sin embargo presupone que únicamente se explican el suceso o las acciones que hasta cierto punto se desvían de una norma, de expectativas o costumbres.
Un texto narrativo debe poseer como referentes como mínimo un suceso o una acción que cumplan con el criterio del interés. Si se convencionaliza este criterio, se obtiene una primera categoría de superestructura para los textos narrativos, la COMPLICACIÓN. Es decir que existe una parte del texto/de la macroestructura cuya función específica consiste en expresar una complicación en una secuencia de acciones. Por lo demás, una resolución puede ser tanto positiva como negativa: nuestra reacción ante otra acción u otro suceso puede tener éxito o fracasar, por lo que la narración puede acabar “bien” o “mal”.
Con estas dos categorías de COMPLICACIÓN y RESOLUCIÓN ya disponemos de un núcleo de un texto narrativo cotidiano. Llamaremos SUCESO a éste núcleo conjunto. Cada SUCESO tiene lugar en una situación determinada, en un lugar determinado, a una hora determinada y en determinadas circunstancias. Denominaremos MARCO a la parte del texto narrativo que especifica estas circunstancias (en inglés: SETTING). El MARCO y el SUCESO juntos forman algo que podemos llamar EPISODIO.
Surge de suyo que dentro del mismo MARCO pueden darse varios sucesos. En otras palabras: la categoría SUCESO es recursiva. Lo mismo vale para el EPISODIO: los sucesos pueden tener lugar en sitios diferentes. Esta serie de EPISODIOS se llama TRAMA del texto. Junto con la TRAMA, la EVALUACIÓN forma la verdadera HISTORIA, empleada aquí como término técnico. Obsérvese que la EVALUACIÓN en sí no pertenece a la TRAMA, sino que se trata de una reacción del narrador frente a la misma.
Finalmente, muchos textos poseen también un ANUNCIO y un EPÍLOGO, que son de naturaleza más bien pragmática que semántica, por lo que se refieren a las acciones actuales y futuras del hablante/narrador y/o del oyente. Un típico ejemplo de esta categoría de epílogo lo aporta la fábula, en la que al final se extrae una “lección” o una “conclusión”, la MORALEJA, en cierto sentido una conclusión práctica
El tipo de categorías introducidas lleva implícito que la estructura semántica del texto tenga limitaciones específicas. Por ello los sucesos pertenecerán a la categoría de la COMPLICACIÓN, y en la categoría de la RESOLUCIÓN deberán generarse por lo menos también acciones en el macronivel; por el contrario, el MARCO consistirá principalmente en descripciones de circunstancias y procesos, y la EVALUACIÓN, en un estado de ánimo.
Un aspecto semántico: las noticias son narrativas naturales ya que, frecuentemente, evocan acciones de personas ocurridas en contextos de interacción oral, presentadas por un narrador como hechos verdaderos referidos a un mundo que también para los interlocutores resulta cercano e inmediato.
Un aspecto pragmático: las noticias, igual que las narrativas naturales, necesitan generarse en base a la cuestión del interés. Si un promotor de información considera que un hecho es interesante para un público, se convierte en un relato noticioso.
Un aspecto semántico y pragmático: la estructura de la noticia periodística es un reordenamiento pragmático de una narrativa natural, ya que, para ejecutar el acto de habla global o macroacto de informar y garantizar su efectividad, el escritor desarma el orden de la narrativa natural y se apoya estratégicamente en un orden diferente, un reordenamiento, también canónico, que le permite presentar la información según su evaluación del grado de importancia de los hechos.
Una noticia tiene fundamentalmente dos partes; la primera de ellas, el “lead” o encabezamiento debe dar la sustancia de lo que se desea informar. A veces lo más importante no es el suceso en sí, ni el protagonista del hecho, sino el modo o el lugar donde ha ocurrido. Por eso, esta noticia comienza contestando dos de las seis preguntas clásicas de un discurso “periodístico”: ¿cuándo? Y ¿dónde?
La complicación y su respectiva resolución forman un primer suceso en este relato. Este suceso ha sido desarrollado en un marco determinado como ya se ha visto. Ambos elementos forman el episodio.
El discurso periodístico, como “narrativa natural” no tiene como finalidad la estética, propia de la “narrativa artificial”. No existe un orden lógico en la narración porque, como discurso informativo, presenta los elementos según lo que se desee destacar en el texto. Para la interpretación de este texto hay que tomar en cuenta el aspecto pragmático, el emisor probablemente esté a favor del equipo de su instituto universitario y, por esa razón, ha resaltado este orden de prioridades. Además, es importante comentar el contexto en que funciona la recepción del periódico.
El marco del relato ficcional se puede abarcar: a)Al principio, el narrador ubica al lector en un tiempo que parece coincidir con el momento de la recepción del texto, el uso del conector adverbial “aún” lo remite luego a un “presente” e indica un tiempo ya “pasado” para el texto que narrará; b) Al presentar la complicación y la resolución, la voz textual explica que el hecho pertenece a su pasado: “ese día”; en lo que respeta al espacio físico, la acción se desarrolla en un salón de clases, circunstancia implícita que puede deducirse de distintas referencias.
Las narraciones se manifiestan también en otros sistemas semióticos como la publicidad televisiva, las películas, las historietas, las telenovelas, el discurso político y en muchos géneros musicales, desde la ópera a las canciones populares.
La elección de una superestructura narrativa se puede decidir para todo el texto o para un fragmento de éste. Dicha elección dependerá de la intención pragmática del hablante en el contexto comunicativo en que se encuentre.

Para Kaufman y Rodríguez la trama argumentativa se define de la siguiente forma: “A partir de un tema, proposición o hipótesis se organiza una demostración (en la que se explican o confrontan ideas, se acumulan pruebas, se ejemplifica) y se llega a determinadas conclusiones (explícitas o no)”.
Para María Teresa Serafín la argumentación es una de las cuatro prosas de base: es una prosa que presenta hechos, problemas y razonamientos de acuerdo con una opinión, que normalmente es la del autor. En general, es posible determinar los cuatro elementos siguientes: a) análisis o, por lo menos, presentación de un problema; b) presentación de hechos y discusiones que constituyen la base de la argumentación; c) planteamiento de una solución o tesis y su desarrollo a través de la exposición de hechos y de argumentaciones lógicas; d) crítica de otras soluciones o tesis alternativas.
La estructura argumentativa debe verse sobre todo si procede de manera histórica sobre el fondo del diálogo persuasivo. La tarea consiste en convencer al oyente de la corrección o verdad de la aseveración, aduciendo suposiciones que la confirman y la hagan plausible, o bien suposiciones a partir de las cuales pueda deducirse la aseveración.”
La argumentación debe considerarse como parte de un lenguaje que intenta modificar a otro, persuadir a otro, en base a una idea de obediencia a la regla, a las leyes. La persuasión, entonces, es entendida como un efecto para que sea obedecido. La persuasión eficaz se impone por su propia fuerza y el efecto es la obediencia. Pero, para que esto ocurra, primero es necesario estar persuadido, luego, se podrá persuadir. Todo este proceso se realiza en base a lo verosímil.
Hoy claro que cualquiera que pretenda tener un lugar social relevante debe resolver la forma de llegada y de permanencia con relación a los medios. Pero, además, tiene que considerar su capacidad argumentativa para mantenerse como interlocutor válido.
Precisamente, la retórica es un sistema que intenta ver en qué condiciones se puede persuadir, no tiene como objetivo persuadir sino el buscar el momento de hacerlo. La misión de la retórica es descubrir la posibilidad de persuadir.
Los elementos de la retórica son: Ethós: El que habla. El que tiene autoridad moral para hablar. Logos: Palabra argumentada Sujeta a una dialéctica y a una lógica Pathós: El destinatario que es afectado en su alma.
El proceso discursivo está regulado aquí en forma de una división cooperativa del trabajo entre proponentes y oponentes, que se lleva a cabo mediante la tematización de un objeto de discurso, y las razones que fundamentan un punto de vista que se pretende válido.
Finalmente la argumentación puede ser considerada desde el punto de vista de la estructura interna de los argumentos. Aquí se busca producir argumentos pertinentes que convenzan en virtud de sus propiedades intrínsecas, perspectiva que la identifica con la lógica.
También la argumentación puede estudiarse en el marco de la teoría de la enunciación. La tarea del investigador se encaminará , a partir de los datos lingüísticos, a establecer la manera cómo se inscribe el sujeto en la argumentación, cómo maneja la información implícita y de qué recursos se vale para apelar, convocar, desafiar, interpelar, convencer a su auditorio.

También en esta perspectiva interesa el papel que juegan en la argumentación las denominadas “formaciones discursivas”, 3discursos sociales sin sujeto identificable que con su poder de interpelación de índole argumentativa se apoderan del lugar de los sujetos y los convierten en centros de emisión de premisas y conclusiones cuya responsabilidad no siempre es asumida por los locutores.
la eficacia del orador reside principalmente en el hecho de que conozca en profundidad lo que el auditorio sabe o piensa (conocimientos previos, creencias, prejuicios, sentimientos, actitudes, deseos) y también lo que ignora.
Aristóteles estableció la diferencia entre persuadir y convencer. El filósofo deja para el convencimiento el camino del razonamiento puro, es decir la lógica formal que puede juzgarse en términos de verdad o de falsedad. En cambio, para la persuasión asignó la retórica, en tanto actitud psicológica que aspira a emocionar al auditorio. La retórica permite entonces elaborar argumentaciones en las que interesan más los resultados que desea obtener el orador o escritor, que el proceso lógico que sigue para conseguirlo.
Las conclusiones que se extraen en los razonamientos científicos resultan inmodificables, lo que los convierte en razonamiento formal. En contraposición, las conclusiones obtenidas por un proceso argumentativo no están definitivamente clausuradas, es decir, pueden ser modificadas e incluso reforzadas a lo largo del tiempo.
En este sentido, los razonamientos de la filosofía y las ciencias son actividades contemplativas, en tanto ejercicio intelectual; la argumentación, en cambio, busca una adhesión con el objetivo primordial de transformarla en una acción concreta. Por ejemplo, la compra de un shampoo, la participación activa en una causa social o cultural, o la formación de una opinión favorable a lo que esperaba el escritor u orador que produjo el mensaje.

El orador, el que tiene que emplear un discurso y persuadir al auditorio, tiene que ver qué dice pero además cómo lo dice. Porque el discurso se conforma de tres elementos, del que habla (hoy diríamos el argumentador), de aquello acerca de lo cual se habla (el tema) y de aquél a quien se dirige, el o lo oyente/s (el auditorio o el argumentatario)
La retórica genera en el discurso los siguientes tipos de operaciones:
1-Inventio. El establecimiento de las pruebas o razones. La acción de encontrar qué decir. Dos líneas: una lógica (convencer) y otra sicológica (conmover).
La primera se maneja con un aparato lógico que ofrece pruebas que fundamentan la argumentación. La segunda, para emocionar, lleva a pensar la estrategia argumentativa desde aquel que debe recibir el mensaje, empleando recursos morales o subjetivos.
2.- Dispositio. La ubicación de esas pruebas a lo largo del discurso de acuerdo con un orden.
La dispositio debe ser entendida como las grandes partes que conforman el discurso y, a pesar de las diferencias de clasificación que los retóricos han dado a esta porción, existen coincidencias en cuanto a los segmentos que pueden ser reconocidos. Esas partes son:
a) Exordio: sólo se inicia en el momento en que se descubre el objeto y la finalidad del discurso. En él se busca capturar la atención y la complicidad del auditorio y se enumeran las divisiones que se harán y provoca la distensión al hacérsele conocer al oyente aquello que puede esperar.
b) Exposición o narratio: es el relato de los hechos que conforman la causa pero este relato está compuesto sólo desde el punto de vista de la prueba. No es un relato en el sentido literario sino una estructura argumentativa. Cumple la función de preparar para el despliegue argumentativo. Incluye dos componentes: los hechos y las descripciones.
c) Demostración, prueba o confirmatio: es la exposición de los argumentos
d) Peroración o epílogo: es la parte final. Brinda el impulso final para que el auditorio se vuelque a favor o en contra de lo que se le ha presentado. Debe componerse de una parte panegírica y una parte didáctica: debe conmover las pasiones y ganar la adhesión de los oyentes.
3.- Elocutio. La composición verbal de los argumentos, introducción de los adornos (tropos) y las figuras. Dentro de la elocutio se debe considerar la elección de las palabras apropiadas y la reunión de ellas en un discurso.
4.- Actio. La puesta en escena del discurso desde el punto de vista del orador, del destinatario y del mensaje mismo.
5.- Memoria. El recurso a la memoria de otros textos que operan como estereotipos.
La única obligación que se impone al constructor de sistemas axiomáticos formalizados y que convierte las demostraciones en apremiantes, es la de elegir los signos y las reglas de modo que se eviten las dudas y ambigüedades.
Toda consideración relativa al origen de los axiomas o de las reglas de deducción, al papel que se supone que desempeña el sistema axiomático en la elaboración del pensamiento, es ajena a la lógica así concebida, en el sentido de que se sale de los límites del formalismo en cuestión.
Cuando se trata de demostrar una proposición, basta con indicar qué procedimientos permiten que esta proposición sea la última expresión de una serie deductiva cuyos primeros elementos los proporciona quien ha construido el sistema axiomático en el interior del cual se efectúa la demostración. Pues, toda argumentación pretende la
adhesión de los individuos y, por tanto, supone la existencia de un contacto intelectual.
Para que haya argumentación, es necesario que, en un momento dado, se produzca una comunidad efectiva de personas. Es preciso que se esté de acuerdo, ante todo y en principio, en la formación de esta comunidad intelectual y, después, en el hecho de debatir juntos una cuestión determinada. Ahora bien, esto no resulta de ningún modo evidente.
La búsqueda de una objetividad, cualquiera que sea su naturaleza, corresponde al ideal, al deseo de trascender las particularidades históricas o locales de forma que todos aceptan las tesis defendidas. Se asiste, sin embargo, a un debate secular entre los partidarios de la verdad y los de la opinión, entre filósofos, buscadores de lo absoluto, y retóricos, comprometidos en la acción. Con motivo de este debate, parece que se elabora la distinción entre persuadir y convencer, distinción a la que aludimos en función de una teoría de la argumentación y del papel desempeñado por ciertos auditorios.
Nosotros nos proponemos llamar persuasiva a la argumentación que sólo pretende servir para un auditorio particular y nominar convincente a que se supone que obtiene la adhesión de todo ente de razón. Pues, mientras que las fronteras entre la inteligencia y la voluntad, entre la razón y lo irracional pueden constituir un límite preciso, la distinción entre diversos auditorios es mucho más confusa, y esto tanto más cuanto que la imagen que el orador se forma de los auditorios es el resultado de un esfuerzo siempre susceptible de poder reanudarlo.
Encontramos tres clases de auditorios, considerados privilegiados a este respecto, tanto en la práctica habitual como en el pensamiento filosófico: el primero, constituido por toda la humanidad o, al menos, por todos los hombres adultos y normales y al que llamaremos el auditorio universal; el segundo, formado, desde el punto de vista del diálogo, por el único interlocutor al que nos dirigimos; el tercero, por
último, integrado por el propio sujeto, cuando delibera sobre o evoca las razones de sus actos.
La posibilidad de encuadrar un texto en los parámetros que nos brindan los organizadores o la superestructura argumentativa variará y deberemos flexibilizarla según sea el caudal creativo del que argumenta y del tema a ser pasible de argumentación.

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