El 6 de septiembre de 1930 se produjo en la
Argentina el primer golpe de estado militar de su historia. La democracia
argentina de comienzos de siglo contrasta con Europa, que estaba dominada por
monarquías autoritarias y represivas. Las fuerzas armadas no habían sido
meramente “observadores” en los años anteriores. Habían intervenido
como guardia pretoriana en los graves hechos de 1919, conocidos como la Semana
trágica y, años después, en la represión de los movimientos huelguistas en el
sur que se denominó Patagonia trágica. Leopoldo Lugones no sólo
contribuyó a crear un clima golpista en la sociedad civil, sino que estimuló a
las fuerzas armadas y colaboró con ellas.
Las ideas de Lugones:
1. El
orden capitalista y la cuestion extrangera: El odio que Lugones profesaba
por los extranjeros era el temor que sentía por el cambio social que
significara la alienación del orden constituido y la modificación de las
relaciones capitalistas de producción amenazadas por la revolución social. De
ahí la relación mecánica que establecía entre la condición de extranjero, las
huelgas obreras y la “subversión”. Consideraba la disciplina como un caso de
verdadera defensa nacional. En junio de 1923 Lugones dictó cuatro conferencias
patrocinadas por la Liga Patriótica Argentina. En la primera de
ellas, arremetió contra la infiltración extranjera, el papel de los inmigrantes
y el peligro que significaba su presencia en el país. “El amor hacia la patria
exige la tarea de limpiar el país. La deportación de extranjeros a sus países
de origen es un reclamo de la conciencia nacional”. Ante un público que
aplaudió, terminó instando a imitar el fascismo italiano: “Italia acaba de
enseñarnos cómo se restaura el sentimiento nacional, bajo la heroica reacción
fascista encabezada por el admirable Mussolini”. En su segunda
conferencia, proclamó un Programa de acción para la organización de una campaña
inmediata que se trataría del mismo plan de gobierno que habría de proponer
años más tarde, en 1931. En él Lugones instaba a la movilización de los
argentinos en una Agrupación Patriótica a cuyos miembros les solicitaba
“limpiar la patria de la roña rencorosa que trajeron los fracasados de afuera”.
Entre los objetivos de la agrupación figuraba el de repudiar y declarar
contrarios al interés nacional a: 1) toda organización dirigida por gobiernos o
programas extranjeros. 2) toda participación de extranjeros residentes en la
política. 3) todo instituto de enseñanza donde se de preferencia a un idioma
extranjero. 4) toda institución extranjera de comercio, industrias, bancos,
etc.
2. La
democracia y el funcionamiento de las instituciones
legales: Lugones condenó a la democracia por ser un sistema que deriva
naturalmente de la demagogia o el socialismo. Descalificaba a la democracia
pero por sobre todo despreciaba a las masas. “Aborrecía la chusma, detestaba al
‘compadrito’ arrabalero”, dijo su hijo. En un artículo de La Nación titulado
“La hora de la espada”, Lugones afirmaba que la especia humana se dividía entre
una mayoría de individuos “nacidos para el deber” y otro grupo que tiene la
capacidad de “darse su propia ley, según les agrada”. La política para Lugones
es equiparable a la medicina: no se maneja con principios sino que responde a
las necesidades. El fin de ambas que es curar respectivamente, la salud pública
y la privada, justifica los medios. En virtud de esta concepción no vaciló en
llamar “concepción realista” a la aplicada por Mussolini en Italia,
por contraposición a la política principista aplicada en Rusia.En “Política
Revolucionaria” publicado en 1931, tiempo después del golpe, proponía elevar la
edad para votar de los 18 a los 22 años y proponía que votaran sólo
aquellos que producían a partir de una representación “corporativa o
funcional”. El derecho del sufragio resulta así correspondiente al deber de producir,
que es el primero de los deberes sociales, o mejor dicho de trabajar,
recobrando su significación originaria.
3. El
rol del ejercito y su papel politico: Lugones le asignaba al ejército la
tarea de imponer el orden y la jerarquía en una sociedad que derivaba hacia el
socialismo. La vida es un estado de fuerza que “solo subsiste destruyendo seres
para incorporarse su vitalidad”. Desde una postura organicista que considera a
la guerra un fenómeno natural como la muerte, llama a vivir la vida en el
esplendor de la fuerza, que es la expresión suprema de su victoria. Luego
jerarquía, disciplina y mando constituyen una trilogía indispensable del orden
social. En otro artículo, afirmaba: “La nación precisa asegurar el orden, que
consiste en el sostén de la organización capitalista.
4. Propuestas
para un nuevo regimen: Lugones sugería que con diez años de “vacaciones
políticas” se podía acabar con todos los obstáculos y llevar adelante su
programa. Este requería medidas que modificaran la política económica, la
industria, la justicia, la diplomacia, la defensa nacional, la administración y
la instrucción pública, una reestructuración del Estado a partir de una
organización corporativa y verticalista de los 3 poderes. Al ejército le asignaba
el Poder Ejecutivo y la administración general, pero el Congreso sólo debería
legislar “a propuesta del Poder Ejecutivo”.
"La Liga Patriótica Argentina" de Moscatelli
El ascenso del radicalismo al gobierno inaugura la
ampliación de las bases de participación social y política. Este hecho marcó
una cesura con respecto al período anterior en relación al tratamiento de
cuestiones de índole laboral. Los radicales tratarán que los trabajadores y la
oposición comprendan la importancia del cambio a partir de entonces. Irigoyen demostraba
su posición de árbitro en los conflictos del período. En 1917, en la huelga de
los trabajadores marítimos, entabló contacto directo con dirigentes sindicales
e igual actitud asumió en las huelgas ferroviarias de 1917 y 1919.
Con la 1º Guerra Mundial, el proceso de
integración económica de Argentina al mercado mundial se interrumpió y provocó
desajustes económicos que afectaron al acelerado crecimiento del proyecto
agroexportador.Perjudicaron la situación del obrero: largas jornadas de
trabajo, salarios insuficientes, malas condiciones sanitarias, sumado al
aumento del costo de vida. Entre 1918 y 1922 se produjeron en el país
importantes huelgas que llegaron a su punto máximo en 1919, con la “Semana
Trágica”. Estos sucesos tuvieron su origen en una huelga que comenzó en
diciembre de 1918 y se extendió a enero 1919, en los Talleres metalúrgicos de
Pedro Vasena, empresa que se vio afectada por el desabastecimiento de
materias primas durante el conflicto bélico. Esta empresa contrató
rompehuelgas, lo que provocó enfrentamientos entre ambos grupos y dejó cuatro
obreros muertos. Como consecuencia, se desató una huelga general con disturbios
de distinta dimensión. Estos acontecimientos condujeron a Irigoyen a
llamar al Ejército. El gobierno abandonó la política de conciliación y
justificó la represión responsabilizando a anarquistas, diciendo que sus
protagonistas no eran obreros, sino una minoría que intentaba subvertir el
orden.
El nacimiento de la liga patriorca Argentina: Frente
a la ola de agitación registrada en enero de 1919 aparecieron grupos de
particulares que colaboraban con las autoridades en la represión o, como ellos
decían, en la defensa del orden. Cuando llegó la calma, aparece la Liga Patriotica Argentina con
el propósito de crear una guardia cívica que cooperara con las autoridades en
el mantenimiento del orden público y en la defensa de los habitantes, para
evitar la repetición de hechos similares a los ocurridos en 1919, ejerciendo un
control de todo cuanto significara un ataque al progreso del país.
La Liga logró una importante adhesión entre sacerdotes,
intelectuales, industriales, militares, empresarios y políticos, reuniendo en
su seno a elementos heterogéneos que vieron en su propuesta nacionalista la
posibilidad de frenar el conflicto reinante, atribuido al avance de “ideologías
extrañas” en el país. La liga funcionaba con una Junta Central y con brigadas
que trabajaban tratando de neutralizar las posibles influencias
revolucionarias. Bajo el lema “Patria y orden” se propusieron como fines
exclusivos “estimular el sentimiento de la argentinidad, el recuerdo del
heroísmo y sacrificio generoso de los antepasados que nos dieron la patria”. La
ausencia del nacionalismo y la ignorancia era, según ellos, lo que permitía que
esos grupos minoritarios tuvieran predicamento entre los obreros. El
diagnóstico que hacían de la realidad social los llevaba a responsabilizar al
gobierno de Irigoyen por la pasividad y permisividad demostrada frente al
desarrollo de actividades de los “elementos ácratas”. Había un aspecto que
había sido descuidado y era la inexistencia de una legislación que defendiera
la nacionalidad argentina de los “gérmenes malignos que se infiltraran”. En
relación a los canales de difusión del nacionalismo, sugerían que se eduque al
pueblo cultivando el amor a la patria. Una de las maneras para lograrlo era el
uso de la violencia en las huelgas.
Estrategias para despertar el nacionalismo: El deseo de
constituirse en “guardianes de la patria” los indujo a realizar tareas en
barrios humildes para prevenir un ataque revolucionario e impedir la alteración
del orden, la moral de la familia y la decadencia de las costumbres. Por medio
de publicaciones, instaban a vecinos a efectuar denuncias sobre actividades
subversivas en el barrio, también denunciar a cómplices inconcientes, que eran
los que renegaban de ser argentinos. En un principio, los encuentros entre las
brigadas y los vecinos eran en comisarías. Pero frente a advertencias
peligrosas, Irigoyen les prohibió la participación. Esto impidió que la
colaboración se efectúe.
La difusión del nacionalismo era propiciada en todas las
expresiones culturales y la Liga consideró el uso del cine. Las
películas sugeridas debían motivar trabajadores, o contener escenas de la historia
argentina. La estrategia de usar el cine con fines partidarios fue novedosa y
también lo hicieron los socialistas.
Considerando que el analfabetismo, además del alcoholismo,
eran factores que conducían a obreros y peones a adherir a las ideas revolucionarias,
plantearon a la educación como liberadora de la ignorancia y así fundaron sus
propias escuelas con contenidos nacionalistas. Otra medida para desterrar el
analfabetismo fue el proyecto de ley que creaba el Registro del Estado Escolar.
Un empadronamiento de los niños en edad escolar permitiría un conocimiento de
la población infantil. Esto posibilitaría la prevención de problemas como la
delincuencia, el extravío de ideas y hasta tuberculosis: esto solucionaría el
analfabetismo.
Entendían que la carencia de un sentimiento patriótico
evidenciado entre muchos docentes era lo que atentaba contra cualquier
nacionalismo. Al observar que los libros no se adecuaban a las necesidades del
país, se planteó crear una colección para la escuela primaria que fuera una
síntesis de la historia argentina, incorporando símbolos patrios, los próceres,
etc.
Entre las propuestas de que la Liga hizo para
restaurar los valores tradicionales, sobresale la enseñanza de la historia. Los
problemas de historia argentina no debían ser una enunciación de sucesos, sino
que se tiene que dictar con celo, amor y patriotismo. La
Liga proponía requisitos para ser maestros: nacionalidad argentina, no
comulgar con ideas disolventes. Pero en el caso de docentes de historia argentina
las exigencias eran que predicaran con el ejemplo y fueran modelos a imitar. La
enseñanza de la historia tenía como fin moldear los caracteres de los jóvenes,
para que pudieran apartarse de los caminos que ofrecían las ideologías
exóticas.
"Historia de América Latina en EEUU" de Smtih
Según la arraigada costumbre internacional del S XIX, las
potencias tenían que proteger la vida y la hacienda de sus ciudadanos en el
extranjero, y hacer que se cumplieran las normas que se consideraban
civilizadas. Esto abarcaba desde la supresión de esclavos hasta el castigo a
quienes atacaran a extranjeros o pusieran trabas al comercio internacional.
Durante la guerra de secesión de EEUU, España intentó
reafirmar su papel imperial en el hemisferio: en 1861 se hizo con el control de Sto.
Domingo, donde permaneció hasta 1865. En 1863 también se apoderó de las islas
de Chincha, situadas frente a la costa de Perú, con el fin de satisfacer los
reclamos de ciudadanos españoles. En 1866 la flota española bombardeó tanto El
Callao como Valparaíso.
En el momento de la independencia de América, el objetivo
de EEUU era impedir que se restaurase el antiguo orden colonial de
mercantilismo económico y autoritarismo político. En su declaración de
diciembre de 1823, el presidente Monroe preveía un “sistema americano”
que no se basara sólo en los principios económicos liberales, sino también en
las libertades civil, política y religiosa. La doctrina Monroe fue una
declaración de esperanzas futuras más que un plan de actuación directo.
La rivalidad entre Gran Bretaña y EEUU en México se encendió
a mediados de la década de 1840. Agentes británicos actuaban en Texas, desde
que la provincia se separara de México en 1836 y alentaban a los tejanos a no
unirse a EEUU. En 1844 el encargado británico persuadió al gobierno mexicano a
reconocer la independencia de Texas si ésta accedía a seguir siendo
independiente. El gobierno tejano acabó aceptando la anexión a los EEUU y
entonces estalló la guerra entre éstos y México. Al concluir esta guerra, el Caribe
se convirtió en una zona de enfrentamiento con los ingleses.
El tratado Clayton-Bulwer, que se firmó en 1850, disponía
que ninguna de las dos partes ocupara o colonizara o dominara alguna parte de
América Central. El tratado estipulaba que, en el caso que se construyera un
canal, ninguno de los dos países ejercería el control del mismo. Este tratado
no resolvió nada. En 1852 el gobierno británico fusionó Roatán y las islas
adyacentes en la colonia de las islas de la Bahía, y EEUU protestó
diciendo que era una traición. Luego de que un navío de guerra de EEUU
destruyera Greytown en 1854, empezaron a correr rumores de guerra. América
Central no era una zona muy prioritaria para los intereses británicos, y Gran
Bretaña ya tenía suficiente con la guerra de Crimea. Los ánimos se enfriaron y
en 1856 se firmó otro tratado por el que los ingleses accedían a renunciar al
protectorado sobre los indios y a ceder las islas de la Bahía a
Honduras.
Durante las décadas de 1880 y 1890, la competencia
imperial entre las potencias europeas aumentó mucho. Se habían repartido África
y estaban lanzadas a repartirse Asia. El control de los territorios, los
recursos y mercados del mundo había entrado en su última etapa.
La creencia que EEUU debía tener un papel importante
en América, así como adquirir prestigio, fue una de las causas de las crisis
con Chile (1891-92) e Inglaterra (1895). En ambos casos, el
gobierno de EEUU, reaccionó adoptando una postura emocional, nacionalista:
postura condicionada por sentimientos agudizados de rivalidad
internacional. La crisis entre Inglaterra y EEUU estalló a causa de la disputa
fronteriza entre Venezuela y la colonia de la Guayana Británica.
En el decenio de 1890, ciudadanos particulares y
funcionarios de EEUU creían que la expansión de los imperios estaba cerrando el
mundo y que EEUU podía encontrarse aislado. Si ello ocurría, quedaba a merced
de las potencias. El país podía optar por no participar en el juego de la
política internacional basada en el poder, pero no podía evitar las
consecuencias militares, políticas, económicas e ideológicas de tal decisión.
Creían que si la nación quería que la tomaran en serio y respetaran sus
intereses, tenía que hacer valer la función policial para mantener la paz y el
orden en las partes del mundo que consideraban importantes para sus intereses,
como por ejemplo el Caribe y el golfo de México, que eran la ruta de acceso a
los puntos de EEUU expuestos al ataque. Se había añadido América Central a la
zona al aceptar los líderes norteamericanos la idea de que los EEUU debían
construir un canal ístmico. Desde los puntos de vista militar y económico,
dicho canal sería importante para la expansión estadounidense en América del
Sur y Asia. Los estadounidenses estaban divididos con respecto a las medidas a
tomar. Se trataba de la creencia de que el país tenía un “destino manifiesto”,
consistente en redimir al mundo propagando la civilización anglonorteamericana,
la forma de gobierno republicana y el cristianismo protestante.
Algunos congresistas querían la autorización para reconocer
la independencia de Cuba bajo los auspicios del gobierno provisional
cubano. McKinley y sus consejeros no creían que este “gobierno en los
bosques” fuera una entidad funcional capaz de gobernar Cuba en tiempo de paz.
Temían que una Cuba independiente bajo dicho régimen se convirtiera en otro
Haití y tentara la intervención europea. McKinley creía que si EEUU llevaba la
paz a Cuba, estaban obligados a preparar la isla para el autogobierno y a
protegerla en su infancia republicana.
A resultas de la guerra con España y del Tratado de París
(1898), Puerto Rico se convirtió en una colonia de EEUU y entró en una especie
de reino del olvido: fue olvidada por los líderes de EEUU. Cuba, no obstante,
era la llave del golfo de México y el Caribe, y el estatuto de la isla y el
papel de EEUU en asuntos cubanos serían objeto de debates durante varias
décadas. Para los dirigentes de EEUU, la paz en Cuba significaba instaurar un
gobierno republicano, proporcionar estabilidad política y crear la
infraestructura necesaria para una sociedad ordenada. Cuba estuvo regida por un
gobierno militar de EEUU desde 1898 hasta 1902, y este experimento de
edificación de una nación influiría en la política de los EEUU en la región
durante principios del S XX. En 1899, bajo el gobierno militar de Wood, se
pusieron en marcha programas de saneamiento, construcción de escuelas,
formación de maestros, control de enfermedades, reforma de prisiones y
hospitales mentales, reformas del sistema judicial, etc. Wood expresó un
concepto de la diplomacia del dólar que EEUU emplearía cada vez más desde 1900.
Este capital fomentaría el desarrollo económico, lo que a su vez fortalecería
el gobierno y generaría orden social. Creían que esto resultaría
beneficioso y que EEUU disfrutaría de un incremento del comercio con el país en
vías de desarrollo. El ejército de EEUU se retiro de Cuba y la nueva república
nació oficialmente el 20 de mayo de 1902. La Constitución cubana
contenía varios artículos que la convención constitucional se había visto
obligada a adoptar como precio de la retirada estadounidense: limitaciones a
las acciones del nuevo gobierno en la contracción de deudas públicas, la firma
de acuerdos militares con potencias extranjeras y el repudio de leyes al
gobierno militar de EEUU. Además daba a EEUU el derecho de intervenir en Cuba
bajo ciertas condiciones y estipulaba que Cuba vendería o arrendaría “tierras
necesarias para estacionar navales”.
Durante la década de 1920 los intereses económicos de EEUU
en América Latina registraron una rápida expansión. Las inversiones crecieron
cerca de 1.500 millones de dólares en 1924 a más de 3.000 millones en
1929. Las compañías de EEUU también dominaban en la radio, telégrafo, películas
y servicios telegráficos para la prensa. En el campo del transporte aéreo, EEUU
iba muy a la zaga de Alemania.
En 1921, el gobierno de EEUU trató de instituir una política
consistente en ejercer supervisión sobre los empréstitos extranjeros. Las
razones eran impedir en América Latina los empréstitos: en primer lugar para
armamentos; en segundo a los países endeudados; y en tercero para a los países
que haya fondos malgastados por corrupción.
Entre 1918 y 1930 se produjo la rápida expansión de varias
empresas de EEUU en A. Latina. La característica más importante era la
penetración en las empresas de bienes públicos y la manufactura. Gran parte de
éstas se hallaban en Argentina, Brasil, Cuba y Uruguay. La American &
Forgen Power Company fue organizada en 1923 por la General Electrie y
adquirió propiedades en Panamá, Guatemala y Cuba. En 1929 ya había obtenido el
control de energía eléctrica en otros 8 países latinoamericanos. Además de
vender energía y luz, la compañía explotaba redes de tranvías, elaboraba hielo,
sacaba agua con bombas y fabricaba gas. La “International Telephone and
Telegraph Company” fue organizada en 1920 y, en una década, se hizo con el
control de las principales compañías de teléfonos de Argentina, Chile, Perú y
México. Las compañías automotores de EEUU edificaron plantas en varios países.
En 1926, la General Motors se encontraba en Argentina,
Brasil y Uruguay. La Ford Motors también, e incluso
construyó planta de tractores en México. Bancos de EEUU como elNational City y
el Chase, abrieron sucursales y en 1930 se encontraban en la mayoría de
las ciudades principales del hemisferio.
En 1923 en presidente Harding transmitió órdenes
al secretario de Guerra y al de Marina prohibiendo la venta de material militar
de EEUU a cualquier país extranjero. Le preocupaba la concentración de armas en
América Latina.
Exceptuando México y los comunistas latinoamericanos, los
sentimientos contra EEUU no se centraban en asuntos económicos, sino en
intervenciones militares en Caribe y América Central.
En 1930 EEUU ya era la potencia que predominaba el
hemisferio occidental. Sin embargo, las naciones latinas estaban más seguras en
su independencia que en 1830, y los EEUU abandonaron la intervención militar en
el Caribe y América Central.
"Crisis económica, avance del estado e incertidumbre
política" de Korol
Una imagen persistente de la historia económica argentina se
apoya en las altas tasas de crecimiento que la economía del país alcanzó entre
las últimas décadas del siglo pasado y 1930, impulsado por las exportaciones de
productos agropecuarios al mercado mundial. A partir de la crisis de 1929, la
orientación económica cambió. Las exportaciones hacia el mercado internacional
dejaron de ser el impulsor del crecimiento. El mercado interno y el desarrollo
industrial se transformaron en el nuevo estímulo y la intervención estatal en
la economía se acentuó.
Las causas de la crisis en 1929, simbolizada en
el crack de la Bolsa, siguen siendo tema de debate entre los
economistas. Para muchos de ellos, sus orígenes se encontraban en los problemas
generados en la economía norteamericana. Crisis monetaria o crisis de
sobreproducción, los efectos fueron mucho más claros que sus causas. Las
dificultades que la mayoría de los países encontraron para seguir con sus
prácticas comerciales impulsaron, en los Estados afectados, la adopción de
medidas específicas. Ellas implicaban una retracción de las economías dentro de
las fronteras nacionales, el fortalecimiento de barreras proteccionistas, el
abandono del patrón del oro y la búsqueda de acuerdos bilaterales entre países.
Argentina no fue ajena a esos procesos. El impacto se sintió en la caída de los
valores de las exportaciones de carne y cereales, y en las dificultades para la
obtención de capitales y de las divisas necesarias para el pago de
importaciones. La desocupación apareció también como una consecuencia de la
crisis.
Para afrontar esto, los gobiernos del decenio de 1930
adoptaron medidas políticas que abarcaron la creación del Banco Central,
disminuir las importaciones, intentos de apoyo y regulación de la producción
agropecuaria y la búsqueda de caminos que permitieran salvaguardar la relación
con los mercados tradicionales, en particular el británico, para las
exportaciones argentinas. Estas medidas se daban en el contexto de una
ilegitimidad política, proveniente del golpe de Estado que derrocó a Yrigoyen en
1930, del fraude, y de la corrupción en el gobierno. El golpe había colocado en
el poder a Uriburu y en 1932, a partir de elecciones en que
el Radicalismo se abstuvo de participar, Justo se hizo de la presidencia. En
1943 un nuevo golpe de Estado pondría fin al experimento de un sistema de
gobierno difícil de caracterizar como democrático.
Desde las últimas décadas del S XIX, la expansión de la
economía argentina había impulsado una relación cada vez más estrecha con
Inglaterra. Muchos de los capitales invertidos provenían de allí, y hacia allá
se dirigían las exportaciones de cereales y la carne. Desde la 1º Guerra
Mundial, Inglaterra perdió parte de su hegemonía en el mundo. Sus productos
perdían competitividad y New York reemplazaba a Londres como
centro financiero mundial. Tanto ingleses como norteamericanos defendían sus
intereses. Desde EEUU comenzaron a llegar en la década de ‘20 capitales
dirigidos a la instalación de industrias que pudiesen competir en el mercado
interno.
Argentina, por su parte, elegiría mantener su alianza con
Inglaterra. En 1928, las exportaciones cayeron y el capital comenzó a salir del
país, mientras los gastos estatales aumentaron. Así, la crisis se instaló en el
país antes que estallara en el mundo. Hacia fines de 1929 llegó al país una
misión comercial británica que tenía como objetivo consolidar las relaciones
entre los dos países. Sus resultados fueron halagüeños para Inglaterra.
Argentina se comprometía a comprar en el mercado inglés, durante dos años, los
materiales que necesitaba para los ferrocarriles; Inglaterra se obligaba a
seguir adquiriendo los embarques de carne que Argentina exportaba. El acuerdo
fue firmado por Yrigoyen y aprobado en Diputados, aunque el gobierno fue
depuesto en 1930 antes que fuera aprobado en el Senado. De todas formas, se
trataba de un antecedente del tratado Roca-Runciman. Éste establecía que
Inglaterra se comprometía a permitir la importación de la misma cantidad de
carne que en 1932, a menos que se produjera una nueva baja de sus
precios en Inglaterra. A cambio, Argentina reduciría las tarifas de importación
de varios productos británicos al nivel que tenían en 1930. También asumía el
compromiso de mantener un trato benévolo hacia compañías británicas y a
facilitar el acceso a las divisas que éstas requerían para enviar sus ganancias
a Inglaterra, firmando el pacto en 1936. Como consecuencia de ambos tratados,
Argentina seguía accediendo al mercado británico a cambio de concesiones a los
intereses de ese origen.
La primera respuesta a la crisis por parte de Uriburu consistió
en afirmar la vigencia de políticas ortodoxas. Se trataba de equilibrar el
presupuesto del Estado, al mismo tiempo que se mantenía el pago de la deuda
pública. El equilibrio entre recursos y gastos estatales recibió prioridad.
Dado el contexto internacional, era normal que los recursos estatales
disminuyeran. Se redujeron los gastos disminuyendo los salarios de empleados
públicos, se restringió el gasto en obras públicas. La reducción del salario
era atemperada por la deflación de precios. Se trató de incrementar ingresos a
través de nuevos impuestos internos y de aumentos en los aranceles a las
importaciones. El problema lo constituía la deuda pública. Varios países
americanos habían decidido suspender los pagos; Argentina los mantuvo. Esto le
permitió al gobierno mantener credibilidad. El Banco Central consistía
en regular el crédito y el circulante adaptándolos al volumen real de los
negocios, en concentrar reservas, controlar a bancos promoviendo el buen
funcionamiento del crédito y en actuar como agente financiero del gobierno. La
creación del banco generó polémicas por su directorio, en el que participaban
extranjeros y por los temores de que actuaran con demasiada independencia del
gobierno.
Las medidas innovadoras fueron el control de cambios y la
devaluación del peso dispuesta en 1933, y reiterada en 1938. El sistema del
control de cambios implicaba la creación de un mercado oficial, donde las
divisas obtenidas de las exportaciones tradicionales se vendían al gobierno y
éste las revendía a las empresas favorecidas, que contaban con un permiso
previo de importación, a un precio más alto. Con estas medidas el gobierno
mejoró las cuentas públicas. A la mejora económica había contribuido un cambio
en el sector externo, que se produjo a partir de 1934, cuando comenzó una
tendencia ascendente en las exportaciones y una mejora de precios. Aunque en
1937 las exportaciones cayeron y produjo temores.
En 1939 estalló la guerra, donde EEUU se sumó al
bando aliado en 1941 y el conflicto afectó a casi todos los países del mundo.
En Argentina se profundizaron las divisiones entre los defensores de la
neutralidad y los partidarios de los aliados. El gobierno militar inaugurado
con el golpe del 43 debió soportar presiones de EEUU.
Los efectos de la guerra en Argentina no fueron tan malos.
La economía creció y hacia el fin del conflicto, Argentina contaba con un
importante saldo de libras a su favor acumuladas en Londres como resultado del
comercio con Inglaterra. Además, el crecimiento estaba basado en el sector
industrial. Junto con el crecimiento de la economía por las exportaciones, se
desarrolló un mercado interno que alentó al crecimiento de las industrias.
Parte del crecimiento industrial se relacionó con la instalación de empresas
norteamericanas, en ramas textiles, de neumáticos y de productos eléctricos. El
fenómeno no era nuevo: a principios de siglo se habían instalado frigoríficos
norteamericanos. desde el Banco Central, se apoyaba a las industrias ya
instaladas en el país, las cuales usaban insumos que era necesario importar y
estaban controladas por el capital extranjero. Luego del golpe del 43 y del
surgimiento de Perón, se habría impuesto una estrategia diferente:
asegurar el pleno empleo y mejorar los salarios. Se apoyaría la industria
existente así como el desarrollo del mercado interno y la industrialización por
sustitución de importaciones.
"La restauración conservadora (1930-1943)" de Romero
La incertidumbre era común a todos los sectores que
querían derrocar a Yrigoyen e interrumpir la continuidad
institucional. La mayoría apoyaba la política de mano dura adoptada por el
movimiento social: la intervención en los puertos para desarmar allí el control
sindical, las deportaciones de dirigentes anarquistas o comunistas. Pero a
diferencia de 1919, en el 30 la movilización social era escasa, la
depresión paralizaba la contestación y las direcciones sindicales
identificadas con la institucionalidad democrática, habían hecho poco para
defenderla. Para sus protagonistas, la revolución se había hecho contra los
vicios atribuidos a la democracia, pero una vez depuesto Yrigoyen, no había
acuerdo sobre qué hacer, y las clases propietarias, así como el Ejército,
vacilaban distintas propuestas.
La de los nacionalistas había sido muy eficaz como ariete
del radicalismo. Los fortalecía el suceso que en todo el mundo tenían este tipo
de propuestas, que inspiraban regímenes autoritarios como el de Mussolini.
En el gabinete de Uriburu, compuesto de conservadores, los apoyaba el
ministro del Interior Sánchez Sorondo que simpatizaba con este
autoritarismo. Uriburu hizo todo lo posible por apoyarlos: habló en foros
militares, abominando de la democracia, reclamando una reforma constitucional y
predicando las ventajas del corporativismo, pero su poder y su habilidad
política eran escasos. Paradójicamente, jugó todas sus cartas a una elección
confiando en un triunfo, y la derrota el 5 de abril lo convirtió en un cadáver
político.
Los nacionalistas eran mas eficaces para golpear que para
construir. Se fueron distanciando del gobierno, a medida que crecía la
influencia de quienes rodeaban a Justo y a la alternativa institucional a la
cual terminaron apoyando. Reclamaban la vuelta de una sociedad jerárquica,
organizada por un Estado corporativo y cimentada por un catolicismo integral.
Si mucho de esto podía identificarse con el fascismo, carecían de la capacidad
plebiscitaria de aquel: reclamaban la constitución de una nueva minoría
dirigente, nacional y no enajenada al extranjero.
Mientras los socialistas y demoprogresistas pasaron a la
oposición, los partidos que en 1928 apoyaron la candidatura de Leopoldo
Melo oscilaron entre enfrentar los proyectos autoritarios de Uriburu y
utilizar para una eventual elección el apoyo del gobierno, indispensable para derrocar
a los radicales. El 1º grupo que se formó, la Federación
Nacional Democrática, liberal y opuesta a Uriburu, fue fracturado por el
Partido Conservador de Bs. As., pero su derrota el 5 de abril creó condiciones
para un reagrupamiento de las fuerzas en torno a la candidatura de Justo. El
sector más consistente de la coalición eran los grupos conservadores, que
constituyeron el Partido Demócrata Nacional, una coalición heterogénea de
partidos provinciales. El radicalismo antipersonalista, se había desgranado
antes que muchos volvieran, dirigido por Alvear. El Partido Socialista
Independiente sólo podía ofrecer una base sólida en la Capital, y también
un grupo calificado de dirigentes. Este conglomerado se unió tras la figura de
Justo.
En julio de 1931 estalló en Corrientes una revolución
encabezada por el Cnel. Pomar, que fue sofocada permitiendo al gobierno detener
a la plana mayor del partido. Pese a ello, la Convención proclamó la
candidatura de Alvear, que el Gobierno vetó aduciendo razones constitucionales.
Los radicales, dejaron campo libre a Justo.
En la elección de noviembre del 31 lo enfrentó sólo una
coalición del Partido Socialista y el Demócrata Porgresista, que proponían a
Lisandro De La Torre y Nicolás Repetto. En aquellas elecciones, Justo
obtuvo el triunfo. Organizar el oficialismo no fue fácil. Justo procuró
equilibrar la participación de las distintas fuerzas en su gobierno, aunque fue
notoria su reticencia a los partidos conservadores, que sin embargo constituían
su sólida base. Los antipersonalistas tuvieron dos ministerios (Melo y Simón de
Iriondo) y los socialistas independientes uno: De Tomaso, respetado por Justo.
De Tomaso y Pinedo cumplieron un papel fundamental en la formación de lo que se
llamó la Concordancia parlamentaria, así como en el diseño de las
políticas de gobierno.
Como el gobierno optó por mantener el servicio de la deuda
externa, debieron reducirse las importaciones y los gastos del Estado. A
mediados de 1933, con la designación de Pinedo como Ministro de
Hacienda, se avanzó en 2 tendencias: la creciente intervención estatal, y el
cierre progresivo de la economía. También, el reforzamiento de la relación con
Inglaterra. A fines del 31 (con Uriburu), se estableció el impuesto a los
réditos, antiguo proyecto de Yrigoyen, pero que fue vetado, aunque con la
crisis fue aceptado. Sumada a la reducción de gastos, en 1933 el gobierno había
equilibrado su presupuesto. También de 1931 fue el establecimiento del control
de cambios, mediante el cual el gobierno centralizaba la compra y venta de
divisas. Desde el gobierno podían establecerse prioridades para el uso de
divisas, y esto era una cuestión que preocupaba a los sectores internos y a los
dos grandes aspirantes externos a disponer de ella: EEUU e Inglaterra.
El estado se hizo de una importante masa de recursos, y
sobre todo pudo decidir sobre su uso. Así estableció una serie de prioridades
para vender las divisas que controlaba: el servicio de la deuda era la primera;
luego, atender las importaciones esenciales, 3ro, las remesas de las empresas
de servicios públicos.
En 1935 se creó el Banco Central que regulaba las
fluctuaciones cíclicas de la masa monetaria y controlaba la actividad de los
bancos privados. El estado fue asumiendo funciones en la economía y paso a la
definición de las reglas del juego. La economía fue cerrándose a un mundo donde
también se dibujaban áreas cerradas. La más importante tuvo que ver con la
industria. Creció el textil, también las actividades volcadas al consumo:
alimentos, confecciones y productos químicos. Los grandes capitales, vinculados
a las actividades agropecuarias, acentuaron su orientación hacia la industria.
La sustitución de importaciones ofrecía el atractivo de un mercado existente y
cautivo y una ganancia rápida. Así, el crecimiento industrial abrió un campo de
negociación entre los sectores propietarios y el estado. La producción agrícola
no decayó aunque la situación de los productores se deterioró, en especial los
pequeños, y se fueron dando condiciones para el éxodo rural. El cambio más
importante se produjo fuera del área pampeana donde crecieron cultivos
industriales orientados al mercado interno del algodón, que desde 1930 se
consumía en el país.
Pese a sus éxitos económicos, el régimen de Justo fue
visto como fraudulento, corrupto y ajeno a los intereses nacionales. Se
hicieron evidentes los signos de una creciente movilización social y política.
En 1935, los trabajadores de la construcción de Bs. As., conducidos por
comunistas, iniciaron una huelga que duró más de 90 días; en los barrios de la
ciudad se manifestó una amplia solidaridad y en enero la CGT realizó
una huelga general de dos días. El saldo más importante fue la constitución
de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, un
sindicato importante.
Desde 1933, la recuperación económica y la reorientación
industrial empezaron a hacerse notar. La desocupación fue absorbida y empezó el
movimiento de migrantes de las zonas rurales hacia los grandes centros urbanos,
atraídos por el nuevo empleo industrial. En Buenos Aires, este crecimiento se
radicó en los barrios periféricos de la ciudad. Entre las organizaciones
gremiales seguían dominando los grandes sindicatos del transporte y servicios:
Unión Ferroviaria, la Fraternidad de maquinistas de trenes, la
Unión Tranviaria, los municipales, empleados de comercio. Fueron creciendo
grupos de trabajadores de las nuevas industrias manufactureras o de la
construcción; allí los dirigentes comunistas tuvieron éxito en organizar
sindicatos que agruparan los antiguos oficios por ramas de industria:
metalúrgicos, textiles, madereros, alimentarios y obreros de la construcción.
La actividad sindical resurgió hacia 1934 y creció en los años siguientes hasta
1937.
Entenderse con uno de los actores principales de la sociedad
formaba parte de la estrategia estatal al reconocer al Estado como interlocutor
principal. La democratización resultó tentadora para grupos del oficialismo,
preocupados por la legitimidad del régimen y espoleados por disputas internas
crecientes. En 1937 Justo impuso la candidatura presidencial de Ortiz, radical,
pero debió aceptar para vicepresidente a un conservador como Ramón Castillo.
Para enfrentar a Alvear, se recurrió a procedimientos fraudulentos.
"Transformación social y crisis de la política" de Italo
Portantiero
Los años que nacen con el derrocamiento de Yrigoyen han
quedado fijados en la política argentina como la “década infame”. El país
moderno nace en la crisis del 30. La opción elegida por Argentina lanzó un
proceso de industrialización.
La caída de Yrigoyen marcó el comienzo del fin del estado
liberal. En rigor y bajo control de los conservadores la
Argentina burguesa se reorganizará para adecuarse a las nuevas condiciones
generadas por la depresión. Con Justo como presidente en 1932 la fracción
poderosa burguesa agraria tomará las riendas del estado. En 1933, Argentina e
Inglaterra subscribirán el pacto Roca-Runciman, que aseguraba a esa
fracción la cuota de exportación de carnes al mercado inglés en los niveles
anteriores al estallido de la crisis, mientras desamparaba al resto de los
productores agrarios.
Cuando a partir de 1935 el sistema productivo se recupera de
la crisis, la ilegitimidad de ese gobierno conservador montado sobre la
corrupción comienza a desnudarse. Hacia el fin de la década el sistema busca
generar un nuevo Sáenz Peña que lo saque de ese marasmo crítico
incapaz de articular un modelo de desarrollo económico con un modelo de
hegemonía. Ese será el momento de la operación transformista deOrtiz, el
sucesor también fraudulento de Justo. Su proyecto postula una
transformación desde arriba que sea capaz de hacer más fluida la relación entre
estado y sociedad.
"Iglesia y Ejército en los orígenes del peronismo" de Zanatta
La laicización de la vida pública erosionó la influencia
social de la Iglesia, sobre todo en centros urbanos, donde la inmigración
ocasionó grandes transformaciones. Esta instigó un conflicto entre las elites
liberales y la Iglesia. Fue un enfrentamiento que alcanzó
elevados niveles de paroxismo en ocasión de las leyes de enseñanza laica de
1884 y de matrimonio civil en 1888. Sin embargo, este conflicto no llegó a
representar un obstáculo para la consolidación del estado laico. Esto resulta
comprensible si se considera que la iglesia argentina era débil, ni rica ni
poderosa. No era fuerte para amenazar la construcción del estado liberal, pero
podía representar un buen instrumento de cohesión y control social en regiones
del interior.
La Iglesia nunca perdió sus prerrogativas en el área
educativa; el culto católico no fue sometido a restricciones. Estas
ambigüedades en la relación entre estado e iglesia ya estaban presentes
en la Constitución, en la cual había artículos de signo confesional: un
artículo prescribía que el presidente debía ser católico, otro decía que la
iglesia debía evangelizar a los indígenas.
Las manifestaciones de la rápida modernización del país eran
la causa de la crisis. La necesidad de nacionalizar inmigrantes, así como el
crecimiento de la ciudad y los problemas de urbanización. Aumentó la evidencia
de que el modelo liberal no aportaba solo bienestar sino también conflictos. El
golpe militar del 30 que despojó al radicalismo y bloqueó sectores sociales
emergentes al acceso a la vida política, imprimió una decisiva aceleración a la
crisis del proyecto liberal y definió sus límites.
En este clima, la reacción antiliberal no hizo más que
crecer y fundirse con la antisocialista que terminó asumiendo las
características de una alternativa orgánica e integral al proyecto liberal.
Estas tendencias antiliberales surgieron fuera del ámbito eclesial y del
catolicismo. No obstante, durante los años 30 la Iglesia consiguió
articularlas en un proyecto común. En el país, el catolicismo se convirtió en
elemento fundante de su identidad y núcleo de su proyecto político. En el plano
institucional, esto se dio en un proceso de romanización, nacionalización y
clericalización de la Iglesia y del catolicismo argentino. Desde el S
XIX, la romanización conoció una aceleración. Sus vínculos con la Santa Sede se
multiplicaron y comenzaron a formarse en Roma sacerdotes. El Vaticano invistió
al catolicismo argentino de una misión de liderazgo continental para restaurar
el nuevo orden cristiano en Latinoamérica. En este marco, la
Santa Sede designó en 1935 a un argentino como primer
cardenal de la Américaespañola.
La otra cara del proceso de romanización fue el compromiso
emprendido para nacionalizar las iglesias locales. Esto fue tanto de naturaleza
institucional como ideológica. La savia nueva fue aportada por inmigrantes que
provenían de países católicos como Italia y España. Para ellos, la carrera
eclesiástica representó tanto un canal de ascenso social como de integración a
la nación que los había acogido. La organización institucional del catolicismo
argentino fue reestructurada sobre la base de un duro clericalismo. La
finalidad de esto era garantizar, por un lado, la total ortodoxia doctrinaria
de los militantes católicos, y por el otro, hacer de ellos un instrumento al
servicio de las jerarquías eclesiásticas. Esto ocurrió con la creación en 1919
de la Unión Popular Católica Argentina, que asumió los rasgos de
un movimiento de masas que constituía al mismo tiempo el brazo secular de la
iglesia. La religión se vivía en su dimensión íntima, pero no era fuente
de inspiración pública, y el catolicismo era una voz débil culturalmente.
Los años ’30 se caracterizaron por el renovado auge del
pensamiento tomista, en institutos educativos católicos y luego en
universidades públicas. Los tomistas sostuvieron una concepción social
organicista, la sacralización de la autoridad y de las jerarquías sociales, el
rol del catolicismo como fundante de la identidad nacional. Por lo tanto, en su
conjunto, el catolicismo y la Iglesia argentinos afrontaron la crisis
de los ’30 en el momento de culminación de todo un período de reforzamiento y
reconquista.
La crítica de la Iglesia a la vida social y
política del país de los años 30 era una consecuencia de la interpretación de
la historia nacional. Las elites dirigentes cargaban a su juicio con la culpa
de haber troncado las raíces de la identidad nacional, de haber abandonado el
catolicismo como fuente de inspiración en el ejercicio del poder. Durante todos
los ’20 y ’30 esta crítica fue alimentada por el pánico sembrado por la
difusión del socialismo y del comunismo. El anticomunismo católico acercó
a la Iglesia a sectores de la elite y los sectores medios. “Dios
o Lenin” era la alternativa que la Iglesia planteaba desde los
días de revolución del ’30 y luego cada vez más. Solamente una restauración
católica habría de funcionar con eficacia como barrera del comunismo y de la
revolución social.
La iglesia era promotora de un proyecto que consistía en la
construcción de una nueva cristiandad en el país: ni liberalismo ni comunismo,
sino un “totalitarismo católico”. El nacionalismo fue la nota dominante
de la Iglesia en los ’30. Según ellos, el liberalismo, el socialismo,
el comunismo y las religiones no católicas eran pensamientos perniciosos y
también “ideologías extranjeras” importadas al país. Nación y catolicidad se
impusieron como términos equivalentes e intercambiables y el catolicismo se erigió
como una “ideología nacional”. Sobre estas bases ideológicas surge un
movimiento nacionalista. La Iglesia apoyó a estas organizaciones
nacionalistas que contaban entre sus dirigentes a prestigiosos sacerdotes. En
1935 este proceso podía ser definido como un catolicismo nacionalista.
Durante la década del 30, el objetivo de la
Iglesia fue instaurar en el país un régimen de nueva cristiandad. La
iglesia identificó como prioridad la cristianización del estado. Una vez
obtenida ésta, habría podido realizarse una política más eficaz de
recristianización de la sociedad en su conjunto. Pero el estado era liberal y
los canales de acceso para su transformación eran los partidos políticos, el
Congreso, las elecciones. La recristianización no podría darse sino a través de
otros canales, y el canal principal fue el Ejército. Puede afirmarse una
coherente y orgánica “vía militar hacia la cristiandad”.
La Iglesia identificó en el ejército al potencial
vehículo de la recristianización del estado sobre la base de que aquel era la
institución pre-liberal más importante, ya el Ejército era una institución
nacional que abarcaba todo el territorio y era popular, su estructura era
opuesto a una institución liberal, ya que se fundaba en valores como el respeto
a las jerarquías, el orden, etc; Y porque en la crisis del régimen liberal, el
ejército emergía cada vez más como un factor de poder decisivo.
El desorden social y la amenaza comunista fueron el motivo
de acercamiento entre Iglesia y Ejército. En un primer momento, el Ejército
recurrió a la Iglesia para mantener la disciplina en sus filas. Pero
para la iglesia, si el ejército era el vehículo para la recristianización del
Estado, era necesario recristianizar el ejército. Este proceso arrancó después
de la revolución del 30, durante la presidencia de Justo.
Cuando el 4 de junio de 1943 los militares tomaron
el poder, la Iglesia fue parte y causa, y acogió con entusiasmo lo
que venía. La iglesia se asignó a sí misma el rol de encarnación y tutora de la
identidad nacional. En ella triunfó el rechazo a considerarse parte de una
comunidad formada por entidades políticas, culturales, ideológicas y también
religiosas, diferenciadas. El bloque construido por la Iglesia y
Ejército cumplió un rol crucial en la historia política argentina, basada en la
defensa del nacionalismo como identidad de catolicismo.
"El populismo en América Latina" de Stanley
1930 Marca un punto de ruptura en la historia brasilera; la
llamada revolución del ’30 que acabó con la
Primera República dio lugar a un período denominado la “era de
Vargas”, período donde se establece una nueva forma de organización del estado;
los primeros años, bajo la influencia del “tenentismo”, conformando una
republica unitaria, nacionalista y reformista, en oposición al federalismo
oligárquico de las elites regionales. Esto fue favorecido por la 1º GM, la
presión industrial y la crisis del café. El nuevo estado dejó de representar
los intereses de la burguesía del café, dislocada por la crisis. El gobierno de
Vargas asumió el papel de árbitro y mediador de las disputas internas. En 1932,
frente a la “Revolución Paulista”, último intento oligarca para recuperar el
poder, Vargas se coloca como mediador entre la oligarquía y el tenentismo,
fortaleciendo su posición conciliadora.
En 1934 fue aprobada la nueva constitución (unitaria)
intervencionista en lo económico y liberal en lo político. Por un lado
decretaba las autonomías estaduales y fortalecía el Congreso, por otro, imponía
un fuerte control a través de elecciones indirectas para presidente, mientras
implementaba los derechos sociales.
En 1935 se produjo la “Intentona comunista” (quisieron hacer
de Brasil un país comunista pero no tuvo trascendencia), suceso que le prestará
al presidente argumento para, dos años más tardes, instaurar el “Estado novo” y
establecer su pleno dominio político. Fue un golpe comandado por el propio
Vargas, cuyo objetivo principal era crear instituciones capaces de imponer el
poder del Estado y mostrarse con la capacidad suficiente para combatir el
comunismo y el caudillismo. En el 37’ esta experiencia unitaria se
extendió hasta el ’45 cuando cae la dictadura del “Estado novo” tras un
movimiento militar. El dictador tuvo plenos poderes y si algo caracterizó al
régimen fue el máximo grado de participación del Estado en todos los asuntos.
Otra novedad fue la creación de autarquías especiales que
atendían todos los rubros de la economía. Con respecto al problema social, el
Estado incorporó una legislación muy próxima al estado corporativo. El estado
reglamentó el trabajo de hombres, mujeres y niños, otorgando la jornada de 8
horas, el salario mínimo, vacaciones, estabilidad laboral, indemnizaciones,
etc. Acabó con la autonomía sindical, y sólo existiría un sindicato nacional
por cada trabajador. Por otra parte, Vargas implementó una política
internacional pragmática aunque no siempre ética. Coqueteó con la
Alemania nazi y en el año ’40 firmó un pacto con EEUU cuando Roosevelt
visitó el país por el cual, a cambio de la utilización de las costas del noreste
como base para las naves y aviación aliada, Brasil recibiría una ayuda por 200
millones de dólares en armamentos y créditos blandos, que le permitieron
financiar el proyecto de industrialización.
El “Estado novo” fue un estado autoritario que se transformó
en el principal instrumento de acumulación capitalista al servicio de la
burguesía industrial brasilera. Vargas no logró nunca ser el líder de un
movimiento unificado y homogéneo, pero sí consiguió apoyo en los sectores
obreros y medios, pero en el interior, rural y arcaico, deberá buscar su
sustentación en las viejas maquinarias de clientelismo de la oligarquía. El
populismo brasilero nunca consiguió construir un lenguaje político de
dimensiones nacionales como Perón y Cárdenas.
La crisis del 29 también repercutió en México. La
situación económica se había agravado con la caída del precio de la plata, lo
que llevó a una crisis de la minería alcanzando al oro, el cobre y el zinc,
cuyos precios también cayeron. A esto deberá agregarse un balance negativo de
la revolución. Calles, uno de los líderes políticos de mayor peso en los años
’20, había intentado rescatar las banderas revolucionarias, y proponía la
consolidación de las instituciones políticas. Pero será Lázaro Cárdenas, quien
llegó al poder en 1934, a través de elecciones, como candidato del
Partido Nacional Revolucionario (PNR) y gobernó hasta el ’40, quien consiguió
dar un nuevo rumbo a la política mexicana con un gobierno populista. Cárdenas
impulsará la reforma agraria, pendiente desde la revolución. Entre el ’35 y el
’40 se distribuyeron una media anual de 3 millones de hectáreas, entre unos 129
mil campesinos, a un promedio de 22,5 hectáreas por unidad. Esto se
correspondía a una concepción “agrarista” según la cual era posible asegurar el
éxito económico por esta vía de explotación de la producción de la tierra. El
proceso de distribución de tierras fue acompañado por la construcción de obras
de regadío y programas crediticios por parte del Banco Nacional de Crédito
Ejidal. Política que permitió una modernización de la producción agraria.
Paralelamente se dinamizó dos aspectos: salud pública y salubridad, con la
construcción de hospitales, campos de descanso para obreros y la creación del
Departamento de Asuntos Indígenas, que estableció escuelas y centros de salud.
En cuanto a la educación se promovió la “escuela socialista” que era gratuita,
obligatoria y de asistencia infantil.
En este período se avanzó a la sindicalización de los obreros
industriales y los campesinos, tuvieron particular importancia los sindicatos
de los empleados públicos y el de los petroleros. Consiguió neutralizar la
figura de un viejo líder sindical, Morones, quien desde 1927 controlaba la
Confederación Regional Obrera Mexicana.
La meta era la centralización del poder, que permitiera al
Estado tener bajo control a los sectores medios y populares. El ejecutivo
creció en centralización, coadyuvando a la consolidación del Estado, que
además, se fortaleció a la sociedad.
En el caso mexicano, el populismo se manifestó como un
desdoblamiento de la Revolución. La burguesía conscientizada de
su rol, mostró su fase más progresiva en el gobierno de Cárdenas. El presidente
actuaba como el espejo de esa burguesía, que había aprendido que en las
reformas, estaba el secreto de su supervivencia.
Volviendo al populismo, éste se caracteriza por la
emergencia de las clases populares en las luchas sociales y políticas. Otra
cuestión tiene que ver con la imagen de un líder carismático: se da una
manipulación de las masas por parte de este líder, pero esta manipulación
corresponde a la satisfacción de aspiraciones esperadas.
"Bajo el signo de las masas" de Altamirano
Cuando se produjo el golpe del 4 de junio de 1943 la
historia pareció concederles lo que pedían: la
Revolución Nacional. La figura de Perón, quien no tarda en ser
reconocido como el hombre de la revolución, se recortó sobre este fondo de
deseos y expectación. En términos políticos la sociedad fue breve, pero
ideológicamente dejó huellas perdurables en el discurso de Perón, quien extrajo
del nacionalismo varios de sus temas y consignas: justicia social y soberanía
política. Se iniciaba la “era de la política social argentina”. Había una deuda
que pagar con “las masas sufridas” y esta misión era asumida por él. Era
necesario que el estado saliera de su indiferencia y actuara como regulador de
las relaciones sociales, que no se opusiera, sino que promoviera el
ordenamiento de los obreros. Únicamente el egoísmo de quienes quieren seguir
prosperando con la injusticia podía oponerse a la obra de la
Secretaría de Trabajo y Previsión.
En conexión con la preocupación por el ordenamiento de los
grupos, brotaba otro tema: el de la organización. Sin organización, la sociedad
se precipita en la disolución y la anarquía.
Al repertorio de discurso se añadió el de las perspectivas
económicas y sociales de posguerra en la 2da mitad de 1944. Una de las
disertaciones de Perón, la que dio en la Universidad de La
Plata en junio del ’44 giró en torno a dos asuntos: el concepto de “nación
en armas” y el desarrollo industrial del país. Con el primer concepto
desarrollaría la idea de que las características de la guerra moderna imponían
la necesidad de una preparación coordinada de todas las actividades del país y
la movilización de la opinión popular. En el marco de esta concepción
aparecería el tema de la industria. “La defensa nacional exige una poderosa
industria propia y no cualquiera, sino una pesada”. En esta misma línea hay que
insertar la exposición que hizo al constituir el Consejo Nacional de Posguerra.
Las consideraciones sobre la industria están asociadas con el problema de la
defensa de la autonomía del estado nacional, o remiten a la preocupación del
equilibrio social. Para Perón lo económico debía autonomizarse de lo social y
ambos de la autoridad del Estado.
El término masas era un nuevo nombre para la
multitud: el apelativo recorre los discursos de Perón. Si se entrecruza a veces
con la referencia al pueblo, la representación dominante es la del
pueblo-obrero. Las masas son los trabajadores, la “masa trabajadora”. Libradas
a sí mismas, sin organización, son un hecho amenazador: “las masas inorgánicas
son siempre las más peligrosas para el Estado y para sí mismas. Es un fácil
caldo de cultivo para las más extrañas concepciones políticas e ideológicas”.
El convencimiento de que se había ingresado a la era de las masas Perón decía
haberlo extraído de su experiencia en la Italia de Mussolini, donde
había estado comisionado por el ejército. Lo importante es que logró instalarla
como convicción generalizada que buscó transmitir en un discurso en 1944
en la Bolsa de Comercio, en el que Perón desarrolló ante empresarios
el argumento de que para gobernar a las masas era mejor organizarlas y que los
pudientes debían ceder algo si no querían perder todo a causa de una agitación
social.
La legislación social promovida por la
Secretaría de Trabajo y Previsión terminó por llevar a los patrones del
recelo a la oposición. A juicio de éstos, Perón traía la discordia antes que
concordia social, la lucha antes que la armonía de clases. El enfrentamiento se
expuso en declaraciones y réplicas que arrancó con el “Manifiesto del Comercio
y la Industria”, suscripto por entidades empresarias. Las “fuerzas económicas”,
decía el documento, habían recurrido al presidente de la Nación,
preocupadas por la agitación social que malograba la disciplinada y pujante
eficiencia del esfuerzo productor y que se hacía grave por el estímulo recibido
por dependencias oficiales. Los firmantes no negaban el problema social, pero
denunciaban el clima de provocación y rebeldía. Observaban que desde la
creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión el espíritu que
denunciaban se había introducido en los conflictos laborales. El contraataque
de Perón elevó la apuesta. Según él, los estados se clasificaban con una
dicotomía: dictadura del proletario, en la extrema izquierda, y dictadura del
capital, en la extrema derecha. “La nuestra ha sido una dictadura del capital”.
Ante eso, su proyecto era instalar una “nueva forma, creando la verdadera
democracia”.
La incorporación de los gremios completó el cuadro de las
posiciones y los intereses que se contraponían en torno de la nueva política
social. Perón no dejó escapar la oportunidad de devolver los golpes: “Se me ha
acusado de exacerbar las pasiones subalternas de las masas, porque he defendido
las necesidades de dar a la gente el mínimo indispensable para vivir”. La
guerra de solicitadas, como la llamó Perón, culminó con una concentración frente
a la Secretaria de Trabajo, esbozando el alineamiento que unos meses
después, el 17 de octubre, sellaría la sociedad entre los trabajadores y el
nuevo líder. Esa inserción de los trabajadores en la política está pegada a la
adhesión al líder que les ofrecía representación. El 17/10, la “revolución de
los descamisados” rubricó y afianzó en el nuevo movimiento (peronismo) la
sensibilidad populista que sería uno de sus rasgos distintivos. Un nacionalismo
de masas, popular, afín con el carácter de la fuerza política naciente, tomó la
primacía sobre cualquier otra variante del pensamiento nacionalista.
Para la oposición, Perón lideraba un estado fascista. La
disolución de partidos políticos, la obligación de la enseñanza religiosa, el
neutralismo ante la guerra, la restricción de las libertades públicas, el
antiliberalismo y anticomunismo, se colocaban bajo esa definición. La
lucha contra el nuevo movimiento se inscribía así en la causa de la
civilización contra la barbarie. Los términos de la antítesis eran la contraparte
exacta de la definición que los ideólogos cercanos al peronismo daban del
antagonismo: para éstos, era el combate de laNación histórica y
su pueblo por la recuperación nacional y la justicia social contra la
oligarquía. La cultura política comunista no añadió nada a esta representación
de la antinomia, como no sea un lenguaje más estereotipado y la exaltación del
papel de la URSS en la guerra contra el nazismo. Para sus
voceros los coroneles del GOU no sólo eran un grupo nazi-fascista que había impuesto
una dictadura de ese tipo en el país, sino que buscaban establecer una cabecera
de puente en América para abrir el continente a dicha dominación.
Los 3 primeros años del peronismo fueron de bienestar:
crecimiento de la industria y de los salarios, altos precios para exportaciones
agrícolas argentinas y expansión del consumo, florecimiento de la legislación
social y sindicalización masiva. La Revolución no puede consolidarse
y afianzarse si no cuenta con una doctrina expuesta y accesible a todos los sectores
de la población”
El mundo asistía a una acelerada evolución hacia nuevas
fórmulas sociales y políticas y era necesario que el país se preparara para
esos cambios.
La idea de gobernar el cambio se conectaba con otra: la de
administrar políticamente lo social y lo económico. Ambos debían marchar al
mismo paso, evitando que la autonomización de uno conspirara contra el
funcionamiento del otro. A esta regulación política, que reforzaba el poder del
Estado, Perón la llamaría “economía social”. El año en que el efímero Partido
Único de la Revolución pasó a llamarse Partido Peronista, 1947, fue
prolífico en actos y ceremonias destinados a simbolizar la Nueva Argentina. Uno
de ellos fue la proclamación que hizo Perón de los “derechos del trabajador”.
Otra celebración fue la del 9 de julio de ese año cuando el aniversario de la
independencia fue asumida por el gobierno como ocasión para rubricar el acta de
declaración de la independencia económica. Con el objetivo de realizar la
emancipación económica del país, liberándolo del dominio del “capitalismo
foráneo”. La promulgación del voto femenino tuvo también su escenificación: el
23/09, en un acto en Plaza de Mayo, donde el presidente firmó la vigencia de
dicha ley.
La serie de actos fundadores que distinguieron el año ’47
terminó en diciembre, con el congreso constituyente del Partido Peronista. De
acuerdo con el 1º artículo, el Movimiento dela
Revolución Nacional alcanzaba su organización definitiva en el
Partido Peronista. En virtud del artículo 8, si un afiliado del partido
ejerciera la primera magistratura de la república, el titular del gobierno
sería reconocido como principal autoridad del partido con la facultad de “modificar
decisiones de los organismos”. La culminación de reformas sociales y políticas
fuela Constitución de 1949, que autorizara la reelección del presidente y
vicepresidente. Pese a la oposición de varios partidos, el proyecto se activó.
Como se esperaba, en la elección para convencionales el peronismo triunfó. La
minoría quedó en manos del radicalismo. El 11/03 se sancionó la nueva
constitución, la “Constitución de Perón” que no se limitaba a autorizar la
reelección presidencial, pero tampoco era la reforma fascista que había
augurado la oposición. La innovación estaba en los derechos y garantías. En lo
relativo a la economía, le atribuía al poder pública la facultad de “intervenir
en la economía y monopolizar determinada actividad” si lo exigía la custodia del
interés general, nacionalizaba todas las fuentes naturales de energía y
establecía la propiedad estatal de los servicios públicos. La conversión de la
doctrina peronista en doctrina de la Nación toda había dado su primer
paso con la reforma constitucional. Los legisladores radicales debieron jurar
dicha constitución. La CGT declaró en 1950 su decisión de
constituirse en fiel ejecutora de los altos postulados que alientan la
Doctrina Peronista.
"17 y 18 de Octubre de 1945" de James
El 9 de octubre del 45, Perón fue destituido como
vicepresidente y secretario de Trabajo del gobierno militar. En las primeras
horas del 13/10 fue arrestado y luego trasladado a la prisión de la
Isla Martín García. Meses anteriores Perón fue una figura protagónica
ya que comenzó a solucionar reclamos de trabajadores. Su caída en octubre
obedeció a que sus camaradas militares estaban preocupados por su política pro
obrera y el poder potencial que podía proporcionarle. Esta política pro obrera
daría sus frutos luego de la separación a sus cargos. Desde la mañana del 17/10
manifestaciones llegaron a Buenos Aires provenientes dela
Capital Federal y otros puntos del país para reclamar la liberación
de Perón. En las últimas horas de la tarde colmaban la Plaza de Mayo
y entrada a la noche, la movilización obligó a liberar a Perón y permitir que
se dirija a los trabajadores.
Los trabajadores, atraídos por Perón, fueron manipulados por
las cualidades de éste y los beneficios que otorgaba por sus apelaciones
nacionalistas. Estos trabajadores predominaron sobre la clase obrera, y fueron
el emblema de la movilización de octubre.
Es importante remarcar, en los dos años anteriores a octubre
de 1945 Perón mantuvo relaciones particularmente estrechas con los obreros de
los frigoríficos y su incipiente Sindicato Autónomo de la
Industria de la Carne de Berisso, piezas claves en las
manifestaciones de octubre de 1945. En la semana posterior a la caída de Perón
se hablaba de la huelga en los frigoríficos Swift y Armour. A falta de
iniciativa, éstas resolvieron organizar la huelga para el 17. A la
tarde del lunes 15, los trabajadores realizaron una manifestación. La multitud
marchó durante horas por las calles de Berisso coreando el nombre de Perón y
exigiendo su libertad. La misma se repitió a la tarde siguiente. En la noche
del 16, Berisso se mantenía expectante. Había corrido la voz que el 17 sería el
día de la huelga. Al llegar el día, ya se habían formado piquetes frente a
frigoríficos. Estos también se ubicaron en todos los puntos de acceso a la ciudad.
Los camiones y tranvías que venían deLa Plata fueron volcados y la ciudad
quedó aislada. Al mediodía, muchos trabajadores provenientes de frigoríficos,
el puerto y la fábrica textil, se congregaron esperando la señal para partir
a La Plata. En esta ciudad, hacia el mediodía, manifestantes se
dieron cita en el Paseo del Bosque y allí aguardaron la llegada de los de
Berisso. Alrededor de las 2 de la tarde, un grupo comenzó a marchar por la
diagonal 79, al pasar por una obra en construcción destruyeron el vallado de
madera en el intento de asegurar que nadie estuviera trabajando. Luego
volvieron al punto de encuentro para seguir esperando el arribo de trabajadores
de Berisso, que llegaron a las 4 de la tarde. Los manifestantes tomaron la
calle 1 y luego partieron para el centro. A esta altura, la multitud había
cobrado una actitud fervorosa y amenazadora. Se detuvieron ante la
Universidad, donde cantaron el himno y luego repitieron “¡Alpargatas sí, libros
no!”. Por último, avanzaron hacia la plaza San Martín, frente a la
Casa de Gobierno y algunos miembros del Comité Intersindical hablaron con
el Gral. Sáenz expresando la preocupación por el arresto del líder. En teoría,
la manifestación había concluido. Sin embargo, para muchos estaba lejos de
culminar. Luego de abandonar la plaza San Martín, pasaron frente al
Diario La Prensa, el Banco Comercial y el Jockey Club y desde allí
apedrearon a todos estos edificios. La policía no intervino en ningún momento.
Al amanecer el 18, los habitantes de La Plata se encontraron con las
calles sucias, vidrios rotos y puertas y ventanas destrozadas. No parecían
mejoras las perspectivas para esa jornada. La CGT había proclamado
que el 18 haría una huelga nacional, respaldando el del día anterior. Desde
temprano, adolescentes caminaban en la calle con piedras y palos cantando el
nombre de Perón. Cerca de las 10, fue invadida la fábrica de Quilmes y se
distribuyeron las cervezas. Los blancos elegidos el día anterior fueron
reelegidos para descargar la bronca.
La esencia de este mito fue, según Reyes, “una
revolución popular y pacífica de Latinoamérica y del mundo, que levantó sus
banderas de la emancipación de los trabajadores y la liberación de la
República”. Las entrevistas que realicé con trabajadores de Berisso que estuvieron
en los hechos, me resultaron desconcertantes. Me contaron con frecuencia que en
esos días los trabajadores se movilizaron para defender sus reclamos de
justicia social armónicamente. La renuencia de los obreros de Berisso a
recordar los sucesos del 17 y el 18 debe entenderse en función de la historia
posterior y el carácter simbólico que tuvieron aquellos días. Aquel 17 fue el
emblema del surgimiento de la clase obrera como fuerza auténtica. A esta
significación se le añadió el hecho de que el Estado peronista adoptó este día
como fecha decisiva del ritual público y de conmemoraciones nacionales. El
nacimiento de Perón como figura nacional estaba ligado a la intervención de los
trabajadores, y en cierto sentido él carecía de historia anterior a esa fecha.
Admitir los hechos violentos de esa jornada hubiera empañado la legitimidad y
autenticidad del significado simbólico. En la cultura popular de la era
peronista, los hechos de ese día encarnaron la armonía social y la felicidad de
la familia.
"El 17 de octubre en perspectiva" de Torre
El desenlace de la jornada de Octubre puede ser visto como
tributario de las transformaciones sociales que acompañaban la marcha de la
industrialización, y que se traducían en el crecimiento de los sectores
asalariados urbanos y en el surgimiento de las nuevas cuestiones del mundo del
trabajo (problemas de legitimidad que afectaban el orden político y el difuso
sentimiento de exclusión acumulado en amplias franjas de la población.
Es posible hipotetizar que en la Argentina de la
posguerra las cuestiones del trabajo habrían de ganar más relevancia en la
agenda pública, en consonancia de un país más expuesto a las consonancias
sociales de la industrialización.
En principio eran más de una las formas concretas a través
de las cuales era posible plasmar históricamente estos hipotéticos escenarios
futuros. Los sindicatos habían iniciado, bajo la conducción de militantes
comunistas y socialistas, la lenta pero progresiva implantación entre los
trabajadores de las nuevas industrias en expansión y se difundían las primeras
experiencias de negociación colectiva bajo auspicio de los poderes públicos.
Con el golpe militar de 1943, la oferta de alternativas
institucionales se incrementa, y de manera significativa, porque ahora desde el
vértice del poder que se intenta influir sobre el perfil histórico de la
Argentina de posguerra.
Quien tiene a su cargo esta empresa es el coronel Perón. Su
objetivo es conjurar a tiempo el peligro potencial de un ascenso de las
corrientes de izquierda que hace temer el precario estado en que se encuentran
las cuestiones del trabajo. Con esta consigna, los poderes públicos irrumpen en
la vida de las empresas, imponen la negociación colectiva, alteran las normas
laborales, reparan viejos agravios por el decreto. Al tiempo que se pone en
marcha la apertura laboral, Perón se dirige a los sectores empresarios
invitándolos a colaborar con ella.
En su campaña pública coloca las iniciativas de la
Secretaria de Trabajo bajo el auspicio de la doctrina social de la
Iglesia, aunque también se advierte en ellas la deuda para con las enseñanzas
del fascismo social europeo en su lucha contra la amenaza comunista, de las que
ha sido un observador privilegiado en una reciente estadía en la
Italia de Mussolini.
Perón busca atraer y cooptar dirigentes y cuadros partidarios,
a fin de poner a su servicio máquinas políticas de probada eficacia en la arena
electoral. Con el aporte de los dirigentes sindicales que lo rodean en la
Secretaria de Trabajo y la colaboración que espera encontrar en las clases
patronales, va reuniendo las piezas de la fórmula política con la que aspira
presidir la Argentina de posguerra. Así concebido, el de Perón será
un intento fracasado.
En Argentina falto entonces la condición que en otros países
hizo posible que el mundo de los negocios secundara una política de reformas en
favor de los trabajadores, aún el precio de sacrificios inmediatos: la
sensación de amenaza ante un movimiento obrero combativo. La fuente de las
preocupaciones de los empresarios estaba en la propia gestión de Perón, que
alentaba la movilización de las masas obreras y exasperaba las tensiones
sociales.
La búsqueda de apoyos entre los partidos tradicionales
tampoco encontró en ellos un número apreciable de voluntarios dispuestos a
recoger la herencia política del régimen militar.
Entre el proyecto original y este que emerge al compás de
las vicisitudes políticas de las coyuntura de 1945 hay una diferencia capital:
el sobredimensionamiento del lugar político de los trabajadores organizados,
que de ser una pieza importante pero complementaria dentro de un esquema de
orden y paz social se convierten en el principal soporte de la fórmula política
de Perón.
El llamado a los trabajadores y los sindicatos cierra el
paso a todo compromiso, agudiza la polarización política y, por un breve
tiempo, parece sellar su fuerte: sus camaradas en el ejercito ceden entonces a
las presiones de la oposición y el 9 de octubre es despojado del poder y, tres
días mas tarde, puesto en prisión.
Desde hacía quince años, Vargas se hallaba en el
poder. En 1937, un nuevo golpe militar lo ha ratificado en el gobierno, pero
ahora como dictador del “Estado novo”, un régimen organizado según los
lineamientos del corporalismo fascista, bajo el que presidía.
A diferencia de la Argentina. Brasil había
escogido la causa de los países en lucha contra las potencias del Eje y enviado
tropas a los campos de batalla de Europa.
Brasil era parte de la coalición militar antifascista, al
mismo tiempo, era gobernado por una dictadura. Era preciso que reorganizara sus
instituciones políticas. Vargas pone en marcha la apertura en febrero de 1945.
La liberación política es concebida por Vargas como un
ajuste pragmático al nuevo clima internacional y no entraña un desmantelamiento
del Estado Novo.
Vargas cuenta con el control del aparato estatal y la
creación de dos partidos en los que distribuye el personal político de su
coalición de apoyo, y el Partido Social-Democrático (PSD) Y EL Partido
Trabalhista Brasileiro (PTB).
La oposición liberal a Vargas se nuclea en la Unión
Democrática Nacional (UDN). Hacia mayo de 1945, la lucha por la
presidencia esta entablada entre dos partidos, uno a favor y el otro en contra
del Estado Novo: sus candidatos no logran un gran impacto popular.
En ese momento entran en escena política las masas obreras
poniendo fin a un largo período de pasividad.
Los dirigentes de la UDN, abandonan entonces toda
cautela: reclaman abiertamente la intervención de los militares para
salvaguardar el proceso de democratización y proponen una salida similar a la
de la oposición argentina, la transferencia del poder a la
Corte Suprema a fin de que ésta organice los comicios de diciembre.
La noticia del desplazamiento de Vargas no provocó una
reacción popular semejante; antes bien, las masas obreras que hasta entonces
descendían arrolladoramente sobre la escena política acogieron en forma pasiva
el desenlace.
Entre una masa obrera poco organizada, que mantiene
relaciones difusas y directas con un liderazgo de tipo paternalista y un
movimiento popular igualmente identificado con una conducción política externa
a él pero basado en los sindicatos, hay un significativo contraste y éste es el
que separa la experiencia de Getulio Vargas en Brasil y la de
Perón en la Argentina.
El desplazamiento de Vargas el 28 de octubre no implicó la
quiebra definitiva del Estado Novo.
Realizadas en diciembre las elecciones previstas, la
victoria correspondió al candidato del PSD, el general Dutra.
El nuevo texto legal reestableció las libertades políticas
pero ratificó en sus líneas generales los pilares de la organización estatal
preexistente.
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