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Lenguajes III 2°Parcial

Umberto Eco
Interpretación e historia
Opera Aperta: Defiende el papel activo del lector en la lectura de textos dotados de valor estético. Planteaba una dialéctica entre los derechos de los textos y de los interpretantes. Eco planteaba una diferencia entre el racionalismo griego y romano, en su concepción de "Modus" que implicaba limites que actualmente rige en las matemáticas, las ciencias, la lógica y la computación y contrapone a la noción griega de infinito, de la que no tiene Modus y que elabora la idea de metamorfosis continua. Esta al no conocer limites impide la contradicción ya que según esta idea, es posible que muchas cosas sean verdades aunque se contradigan, lo que permite pensar que los libros dicen otra cosa de lo que parece estar diciendo. De este modo la verdad se identifica con lo que no se dice, o que debe entenderse por debajo de la superficie del texto. En consecuencia la interpretación es indefinida. El intento de buscar un final inaccesible conduce a la aceptación de una deriva o desplazamiento interminable de sentido.
En última instancia, el pensamiento hermético afirmaba la idea de que el orden del universo pregnado por el racionalismo griego podía subvertirse y que era posible descubrir en el universo nuevas relaciones que permitían al hombre actuar sobre la naturaleza y cambiar su curso.
Gnosis: plantea que la verdad es secreta y cualquier puesta en duda de los símbolos y enigmas, no revelara nunca la verdad última, solo desplazaría el secreto hacia otro lado. En la tradición griego significaba conocimiento verdadero de la existencia, en tanto opuesto a la simple percepción u opinión. En los siglos cristianos, paso a significar un conocimiento metarracional e intuitivo, han concedido divinamente con personas para salvar a quien alcanzara.
El texto es un universo abierto en que el interpretarte puede descubrir infinitas interconexiones. El lenguaje es incapaz de captar un sentido único, el deber del lenguaje es mostrar que solo podemos hablar de la coincidencia de los opuestos. El lenguaje refleja lo inadecuado del pensamiento, somos incapaces de encontrar un sentido transcendental. Todo texto que afirma algo univoco es un universo abortado. Con el gnoticisimo textual contemporáneo cualquiera puede darse cuenta de la verdad siempre que este dispuesto a imponer la intención del lector sobre la inalcanzable intención del autor. Es decir que el autor no sabia lo que estaba diciendo porque el lenguaje actuaba en su lugar. Para transformar el texto de una "ilusión de sentido", en la conciencia de que el sentido es infinito, el lector tiene que sospechar que cada linea esconde otro sentido (significado) secreto, las palabras esconden lo no-dicho. La gloria del lector depende de descubrir que los textos pueden decirlo todo, salvo lo que el autor que quería que dijieran cuando se pretende haber descubierto un supuesto sentido, podemos estar seguro que no es el real, el sentido real está mas allá. El lector real es el que comprende que el sentido de un texto es su vacío.

"La sobreinterpretación de los textos"
Semiosis hermética: Si dos cosas son semejantes una puede convertirse en signo de otra y viceversa. Esta va demasiado lejos en las prácticas de la interpretación sospechosa, según los principios de facilidad que aparecen en los textos de esta tradición (implica una sobreinterpretación). Para leer el mundo y los textos sospechosamente hay que considerar que el indicio es signo de otra cosa, solo cuando cumple 3 condiciones:
  1. Explicarse de forma mas económica
  2. Que apunte a una causa única y no a un número determinado de causas diversas.
  3. Que encaje con los demás índices.
Esto desenmascara el principio de falsa transitividad por el cual si A tiene una relación X con B y B una relación Y con C, A debe mantener una relación Y con C
Sobreinterpretación: Siempre se puede inventar un sistema que haga plausibles unos indicios de otro modo iconexos. En el caso de los textos existe al menos una prueba que depende del aislamiento de una isotopía semántica relevante: 
Isotopoia: es el conjunto redundante de categorías semánticas que hacen posible una lectura uniforme. El primer movimiento hacia el reconocimiento de una isotoplasemantica, es una conjetura acerca del tema del discurso dado, una vez se ha intentado esta conjetura, el reconocimiento de un posible isotopo semántico constante, es la prueba textual de lo que trata de un discurso determinado.
Intento Autoris: lo que el autor intenta decir.
Intento Operis: es lo que el texto dice en virtud de su coherencia textual y de un sistema de significación subyacente y original (surge de intentar descubrir lo que el texto dice independientemente de las intenciones del autor). Reconocerla es reconocer una estrategia semiótica, a veces se la puede detectar a través de convenciones estilísticas establecidas (erase una vez = cuento de hadas)
Intento Lectoris: lo que los destinatarios descubren en el texto en virtud de sus propios sistemas de expectativas. La iniciativa del lector consiste básicamente en hacer una conjetura sobre la intención del texto.
Un texto puede prever un lector con derecho a intentar infinitas conjeturas. El lector empírico es solo un actor que hace conjeturas sobre la clase de lector modelo postulado por el texto. Puesto que la intención de un texto es producir un lector modelo capaz de hacer conjeturas sobre el, la iniciativa del lector modelo consiste en imaginar un autor modelo que no es el empírico y que coincide con la intención del texto.
Cuando se produce un texto para una comunidad de lectores, el autor sabe que será interpretado no según sus intenciones, sino según una compleja estrategia de interpretaciones que incluye tanto a los lectores como a su competencia en la lengua en cuanto patrimonio social (se refiere a toda la enciclopedia que las actuaciones de esa lengua han creado, a saber las conversaciones culturales que esa lengua ha producido y la historia misma de las interpretaciones previas de muchos textos incluyendo el que el lector está leyendo).
Todo acto de lectura es una dificil transacción entre la competencia del lector (su conocimiento del mundo) y la clase de competencia que determinado texto postula con el fin de ser leído de modo mas económico. Entre la inaccesible intención del autor y la discutible intención del lector existe la transparente intención del texto que desaprueba la interpretación insostenible.

Jauss
Estética de la recepción: El objeto de sus investigaciones es la historia literaria, definida como un proceso que implica 3 factores: autor-obra-público. Es decir, un proceso dialéctico en el cual el movimiento entre producción y recepción para por la intermediación de la comunicación literaria.
Recepción: es entendida en el doble sentido de acogida e intercambio. Además conforma un doble sentido activo y pasivo, a la vez, incluye el efecto producido por la obra de arte y el modo en que su público la recibe, de este modo se cumple el circuito de la historia literaria. Este sentido de la obra se constituye siempre de nuevo como resultado de la coincidencia de 2 factores: El horizonte de expectativas, implicado en la obra, el horizonte de la experiencia, suplido por el receptor.
La estética de la recepción implica la distinción de 2 horizontes del efecto implicado y la recepción actualizada de una obra de arte.
  1. Sostiene una concepción dialéctica: desde su perspectiva, la historia de las interpretaciones de una obra de arte es un intercambio de experiencias.
  2. Restituye el rol activo del lector en la concretización sucesiva de sentido, de las obras a través de la historia. La interpretación según la estética de la recepción exige que el intérprete controle su aproximación subjetiva, reconociendo el horizonte limitado de su posición histórica.
  3. Esta reflexión funda una nueva hermenéutica, que abre un diálogo entre el presente y el pasado y que integra la nueva interpretación en la serie histórica de la concretización de sentido.
  4. Retomando argumentos de la filosofía hermenéutica gadameriana contra el historicismo que causa que el interprete ignore los limites de su horizonte histórico desconociendo lo que la recepción del texto debe a la historia.
La estética de la recepción define el sentido de una obra por la secuencia histórica de sus concretizaciones, por lo tanto tiene como objeto fundamental la verificación o refutación de interpretaciones, sino el reconocimiento de la compatibilidad de interpretaciones diferentes. La hermenéutica de Gadamer la incita a desarrollar el acto de comprensión a través de 3 momentos: Comprensión, interpretación y aplicación.
Se le critica al Estructuralismo su historicismo y las premisas de un universo lingüístico cerrado, sin referente a la relación con el mundo, sistema de signos sin sujeto y por lo tanto, sin nexo con la situación de producción y recepción de sentido.
La comunicación literaria debe ser concebida como un campo intersubjetivo: se debe entender la relación dialógica entre texto, sus receptores y sus receptores entre si. Hoy toda comparación literaria necesita una norma teórica y estas normas surgen de la pre-comprensión de un interés a menudo oculto o inconsciente que el interprete debe descubrir mediante la reflexión hermenéutica y que debe introducir concientemente en el acto de comparación, si quiere evitar que su análisis sea dirigido por un prejuicio.
Admitir el rol activo del receptor implica reconocer que todo acto de recepción presupone una elección y una parcialidad respecto de la tradición previa. El proceso de formación de una tradición literaria es una manifestación histórica que no puede ser sustraída a un proceso de significaciones siempre productivo. El sentido de ella se revela en las concretizaciones sucesivas de su significancia, que resultan tanto de acontecimiento como de su efecto en diferentes momentos, efectos que pueden ser reconstruidos de su recepción a partir de la primera acogida hasta su interpretación actual.
La historia de la literatura y el arte es a la vez una historia de servidumbre y de la insubordinación esencial de la expresión estética: el hombre por sus actividades creadoras y receptoras puede toronar transparentes todas las otras funciones de la acción humana y elevarlas a un nivel de comunicación que nos permita descifrar su expresión del mundo. Las manifestaciones del arte o los testimonios de un mundo vivido, una vez que son dominados por la función estetica, superan siempre la situación pragmatica de su origen, incluso cuando conservan fines.


En defensa de la sobreinterpretación” de Jonathan Culler
La interpretación no necesita defensa; siempre está con nosotros, pero, como la mayoría de actividades intelectuales, solo es interesante cuando es extrema. La interpretación moderada, articuladora de un consenso, por más que pueda ser valiosa en algunas circunstancias, no tiene mucho interés. Una buena exposición de este punto de vista es la que hace G.K Chesterton, quien observa: “O bien una crítica no es buena en absoluto (una proposición plenamente defendible) o bien la crítica significa decir sobre un autor aquellas cosas que lo harán de sus casillas.”
Los críticos van a dedicar su tiempo a la elaboración y la propuesta de interpretaciones, entonces deben aplicar toda la presión interpretativa que puedan, deben llevar su pensamiento todo lo lejos que sea posible. No cabe duda de que muchas interpretaciones “extremas”, como muchas moderadas, tendrán escaso impacto, porque se juzgarán poco convincentes, redundantes, irrelevantes o aburridas, pero sí son extremas, gozarán de una mayor posibilidad de sacar a la luz conexiones o implicaciones no observadas o sobre las que no se ha reflexionado con anterioridad que si luchan por permanecer “sanas” o moderadas.
Nadie que no se sintiera profundamente atraído por la “sobreinterpretación” habría podido crear los personajes y las obsesiones interpretativas que animan sus novelas. Lo que ha hecho no ha sido dedicar el tiempo de estas conferencias a explicar qué diría una interpretación moderada, adecuada y sana de Dante, sino que ha perdido un buen rato resucitando, inspirando vida a una extravagante interpretación rosacruz del siglo XIX sobre Dante, una interpretación que, como afirma, no tuvo ningún impacto en la crítica literaria y había sido completamente ignorada hasta que Eco la descubrió y puso a sus alumnos a trabajar en esa interesante práctica semiótica.
La idea de “sobreinterpretación” no sólo incurre en una petición de principio sobre la cuestión de cual es preferible, sino que, creo, tampoco logra capturar los problemas que el profesor Eco desea encarar. Parece como si la sobreinterpretación fuera como la sobrealimentación: existe una alimentación o una interpretación correcta, pero algunos no se paran donde deberían. Siguen comiendo o interpretando en exceso, con resultados desastrosos.
Si la interpretación es reconstrucción de la intención del texto, éstas son preguntas que no llevan por ese camino; preguntan sobre lo que el texto hace y cómo lo hace, cómo se relaciona con otros textos y otras prácticas, que oculta o reprime, qué avanza o de qué es cómplice. Muchas de las formas más interesantes de la crítica moderna no preguntan qué tiene en mente la obra, sino qué olvida, no lo que dice sino lo que da por sentado. Del mismo modo que la lingüística no intenta interpretar las frases de una lengua, sino reconstruir el sistema de reglas que la constituye y le permite funcionar, una buena parte de lo que erróneamente puede verse como sobreinterpretación o, de forma más benévola, como superación, constituye una tentativa de relacionar un texto con los mecanismos generales de la narrativa, la figuración, la ideología, etcétera. Y la semiótica, la ciencia de los signos, de la cual Umberto Eco es el más distinguido representante, es precisamente la tentativa de identificar los códigos y los mecanismos por medio de los cuales se produce el sentido en diversos ámbitos de la vida humana.
La idea del estudio literario como disciplina es el intento de desarrollar una comprensión sistemática de los mecanismos semióticos de la literatura, las diversas estrategias de sus formas. Está claro que en la práctica, en el estudio de la literatura, la gente no sólo desarrolla interpretaciones (usos) de obras particulares, sino que también adquiere una comprensión general sobre el modo en que opera la literatura, sobre su gama de posibilidades y estructuras características.
La sobreinterpretación de Eco puede ser en realidad una práctica de hacer precisamente aquellas preguntas que no son necesarias para la comunicación normal, pero que nos permiten reflexionar sobre su funcionamiento. La superación consiste en hacer preguntas que el texto no plantea a su lector modelo.
No deberíamos esforzarnos por comprender cómo funcionan los textos mas que por intentar comprender cómo funcionan los ordenadores porque podemos utilizarlos a la perfección sin demasiados conocimientos. Los estudios literarios, insisto, son justamente el intento de conseguir semejante conocimiento.
Los textos ofrecen un margen muy amplio a los lectores pero existen límites; la desconstrucción, por el contrario, hace hincapié en que el sentido está limitado por el contexto (una función de relación dentro de los textos o entre ellos), pero que el propio contexto es ilimitado, siempre podrán presentarse nuevas posibilidades contextuales, de forma que lo único que no podemos hacer es poner límites. El modo de funcionar del lenguaje, en especial, el literario, impide este establecimiento de un límite o una frontera firme. Así, los mecanismos semióticos descriptibles funcionan de manera recursiva, cuyos límites no pueden fijarse por adelantado.

Ronald Barthes escribió que quienes no releen se condenan a leer la misma historia por todas partes, reconocen lo que ya piensan o saben. El método “sobreinterpretativo” es un procedimiento arbitrario que dividiera el texto en secuencias y exigiera examinar con atención y explicar los efectos cada una de ellas, aún cuando no parecieran plantear problemas interpretativos, servía para hacer descubrimientos, sobre el texto, códigos y prácticas que le permitan a uno desempeñar el papel del lector. 

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